El título no es mío, pero eso no importa. Lo que interesa es que es cierto. “El rostro de la furia” lo hemos podido observar, una y otra vez, en la televisión, como aperitivo, plato fuerte y postre, en estos inestables días del Año Nuevo, cuando el gobierno masista se tambaleaba con amenaza de venirse estrepitosamente al suelo. Esa solidez de la que tanto se ufana el MAS no había sido tal. Una chambonada monumental transformada en decreto, que expuso ante un público azorado Álvaro García Linera, convertido en el comodín para explicar los desaciertos gubernamentales, hizo que el señor Presidente montara en cólera.
Y la ira se reflejaba en su cara. Aunque a ratos sonriera con sarcasmo, el rostro de la furia estaba ahí presente. Era indisimulable. Por primera vez S.E. se dio cuenta de que no llevaba todas las de ganar y que el pueblo – ese pueblo que menciona como si fuera propio desde hace años – estaba colmando su medida, estaba cabreándose con su “guía espiritual”, con ese señor que ha dicho que quiere quedarse en el poder por muchísimos años más, eternamente, y que ya está lanzando su candidatura presidencial para el 2014.
Cuando S.E. explicó, poco antes de la medianoche del 31 de diciembre, que su compromiso con las masas había sido “mandar obedeciendo” y reculó como nunca antes nadie en la Historia de Bolivia, ante la escandalosa trepada de los precios de hidrocarburos, quedó en el aire una duda para incautos: ¿reculaba para defender la economía popular o para no perder el mando? Ahora, una semana después de su patético anuncio, nadie duda que a S.E. lo único que le interesa es el poder. Ni siquiera sus bases tan amadas, según él, le creen ya, salvo, claro, sus incondicionales que están a la espera de pescar algún ministerio si S.E. castiga a quienes lo aconsejaron mal.
S.E. pretendió un gesto heroico, romano, de esos que gustan a la plebe. Ha dicho que él es único responsable del decreto incinerador. ¡Qué cojones! Ha dicho que no le interesa para nada su popularidad. Pero lo que extraña es que cuando lanzaba la más importante norma de su administración en dos períodos de gobierno, se había ido en su flamante avión – al que no da hora de descanso – a Venezuela, para entregar una donación de arroz, como si fuera un Papá Noel atrasado, salido de las nieves del Illimani. Se ha hecho una costumbre que cuando las cosas arden S.E. no esté en el país. Y no parece que fuera una casualidad.
Han sido muchos los analistas económicos que se han manifestado sobre el error que cometió el Gobierno con el famoso decreto 748, y nosotros, que no somos economistas, no vamos a intentar aportar con más elementos a esta chanfaina que produce flatulencias con olor a gas. Lo que ha quedado muy claro es que el incremento en los hidrocarburos tiene que venir. Tal vez mediante algo de magia para que el pueblo – ¡todos hablan en nombre del pueblo! – no vea dónde está la trampa. ¿Y por qué decimos que tiene que venir un gasolinazo sea como sea? Además de las razones de índole económica que obligan a hacerlo, el gasolinazo vendrá porque S.E. ya ha empezado a llamar traidores a los masistas que manifestaron su descontento con la medida. Esto ratifica que S.E. no reculó por conmiseración a los pobres de Bolivia, sino que le ha producido bilis que le torcieran el brazo.
“La venganza como método”, fue una nota que escribimos hace un par de semanas. Decíamos que éste era un Gobierno vengativo. Que gobernaba en base a profundos resentimientos y odios. Que los ejemplos eran muchos. Ahora la venganza ya no respeta ni siquiera a damas enfermas como es el caso de la esposa de Guillermo Fortún, hoy atropellada abusivamente en sus derechos. ¡A esas canalladas hemos llegado! Y como el MAS tiene a la venganza como método, ya se anuncian purgas en el partido, al más puro ejemplo estalinista. Stalin hacia ejecutar sin miramientos a sus adversarios y a quienes él suponía que podían serlo alguna vez. El Gobierno no fusila pero asesina el alma de la gente que no está con él. No tiene piedad con el que no dobla el espinazo ante su prepotencia.
Ahora el Gobierno está dividido por obra y gracia de S.E. entre patriotas y traidores. Patriotas son aquellos que apoyaron a rajatabla el decreto incinerador, y traidores los que dudaron, los que vislumbraron que el régimen se podía derrumbar. Aquellos patriotas a quienes S.E. quiere premiar son, sin embargo, los que iban a enterrarlo vivo. Son los más ignorantes entre todos los ignorantes que husmean por el Palacio Quemado, la Asamblea, y los ministerios. Y los traidores son los que piensan que la medida era precipitada, muy dura de soportar. ¿Quiénes le fueron más leales?
Esperemos que las nuevas medidas que adoptará el Gobierno sean más racionales, menos traumáticas, y que, para eso, S.E. se rodee de nueva gente en la mesa oval del Gabinete. Nadie duda de que subvencionar los hidrocarburos es una locura imposible de sostener ni a corto plazo. Pero S.E. no debe enojarse tanto, debe oír mejor, y sus leales son los que tienen que aplicarle compresas frías en el caletre. (Aparece en El Dia. SC, Bolivia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario