Los miedos, herencia de una década del MAS


Diego Ayo Saucedo


¿Hay algo en común en sucesos aparentemente inconexos como la sentencia contra Leopoldo, la muerte de la niña Eva y el crimen pasional contra el joven deportista de lucha Rony Alexander Viveros? Pues sí. Todos ellos generan incertidumbre sobre la suerte que podemos correr. Y, sobre todo, generan miedo. A pesar de ciertos avances sociales logrados en once años del proceso de cambio, la mayor herencia de este régimen es un conjunto de miedos solo saltan a la vista cuando encarcelan a un político de renombre, ¡muere una niña de hambre!, o matan a alguien con tanta crueldad.

Miedo a no tener un empleo estable y bien remunerado (aproximadamente el 70% de los empleos son precarios y están por debajo de la remuneración salarial promedio). Miedo a contraer una enfermedad y no tener una adecuada atención (Bolivia se encuentra como el país con menor inversión per cápita en salud; el informe Bloomberg sitúa a nuestro país en el último lugar en salud)
Miedo a envejecer y no tener una pensión decente (a pesar de que en Bolivia los ancianos reciben un bono, la ‘renta Dignidad, cuentan con una Ley del Adulto Mayor y/o un Seguro de Alivio de la Vejez, es llamativo que el único indicador fiable al respecto, el Índice Global de Envejecimiento de Help-Age, la ONG dedicada a asistir a ancianos en 70 países del mundo, sitúa a Bolivia en el puesto 51 de 96 países en 2014, pero en 2015 lo hace en el puesto 55. No se puede saber a ciencia cierta, pues no hay datos fiables, la condición de los adultos mayores de Bolivia, pero es evidente que además de las transferencias específicas, no hay una estrategia específica).

Miedo a ser víctima de algún acto de violencia social (asalto, asesinato, etc) (América Latina, de acuerdo al PNUD, ha sido el único continente que de 2000 a 2010 ha incrementado su nivel de violencia. En ese escenario, Bolivia está en el nivel ‘intermedio’ de homicidios pero ‘alto’ de robos. A diferencia de Venezuela u Honduras, que han sido identificados como casos de ‘epidemia’ en cuanto a crímenes, Bolivia se encuentra por debajo. Sin embargo, según el mismo PNUD, Bolivia es el segundo país con más linchamientos de América Latina más atrás de Guatemala.

Asimismo, según la Iglesia, el narcotráfico crece cada vez más en el país, baste ver que el 80% de las cárceles se llenan con delincuentes que violan la ley 1008. Ello ha dado lugar a un incremento de la violencia por ajuste de cuentas y por disputas territoriales entre narcos colombianos, peruanos, brasileños y paraguayos. Y a este panorama se suma la crisis de una Policía que no ha sido reformada hasta hoy, manteniéndose como un espacio patrimonial al servicio del Gobierno)

Miedo a sufrir como mujer, el acoso, el maltrato, la trata o el feminicidio. A pesar de haberse aprobado en marzo de 2013 la Ley para Garantizar a la Mujer una Vida Libre de Violencia, los feminicidios siguen creciendo. En 2016 se registraron 104 casos frente a los 93 de 2015; los recursos fiscales para la partida inexistente de ‘violencia contra la mujer’ no alcanza siquiera al 0,5% del presupuesto general; y/o de las 101.268 denuncias por violencia de 2012 no más del 5% recibe seguimiento)

Miedo a nuestra justicia, ineficiente y corrupta (diversos indicadores como World Justice System colocan a la justicia boliviana como la peor; Bolivia es el país con menor inversión en justicia del continente, con solo 0,4%; las cárceles están hacinadas, con un 85% de presos con retardo de sentencia)

Miedo a que nuestros hijos se vean obligados a trabajar y no puedan estudiar (según un reporte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2014, en el país hay más de 850.000 niños, niñas y adolescentes que trabajan. De esta cifra 500.000 tienen menos de 14 años y más del 80% trabaja en situación de riesgo o en áreas peligrosas, expuestos a accidentes y alejados de su hogar).
Miedo a que nuestros hijos jóvenes consuman drogas (un reporte de inteligencia de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) afirmó que hasta en 5% se incrementó el consumo de drogas: cocaína y marihuana, en el país debido a que Bolivia es un país de tránsito. Desde 2013, los microtraficantes se han fortalecido, sobre todo en los puntos fronterizos por donde ingresan la marihuana y la cocaína, que después es distribuida entre clanes familiares que se dedican a la venta al raleo en ciudades capitales e intermedias donde el número de drogodependientes viene creciendo).

Miedo a quedar viuda, divorciada o a ser madre soltera y no tener con qué mantener a la familia (en el país hay 2.282.006 madres, de ese total tres de cada diez son jefas del hogar, es decir, 789.225 (34,6%) mujeres trabajan para mantener solas a su familia)

Lo ocurrido con Leopoldo, Eva o Rony es lo que ocurre a diario con miles sino millones de bolivianos confrontados con una justicia miserable, una seguridad ciudadana deficitaria o una lucha contra la pobreza insuficiente (entre otros problemas como el sub-empleo, la viudez o la carga laboral infantil).

Requerimos pasar a un Estado protector que comprenda que estos asuntos, aparentemente disconexos, forman parte de una misma trama: la indefensión de la población boliviana frente a hechos absolutamente prevenibles.