El presidente está sorprendido ¿de qué se sorprende esta vez el presidente? Dice que no entiende cómo algunas familias potosinas venden a sus hijos. Él, que dice haber viajado por todo el país y que conoce todas las costumbres de los bolivianos, no se ha enterado que todavía es “normal” en familias azotadas por la miseria en las zonas rurales del país, entregar a sus hijos e hijas (algunos muy pequeños) para que sean acogidos como “criados”, niñeras, mozos de mano y empleadas domésticas en hogares de las ciudades. En ciertas ocasiones esta práctica se camufla bajo el inocente manto del padrinazgo y esconde maltrato, desintegración, soledad y la más triste orfandad.
El presidente se tragó sin mayores evidencias el cuento de la esclavitud en el Chaco que le contaron ciertas ONGs evófilas y repite en todos los foros a los que asiste aquella leyenda de los indígenas sin manos y sin ojos, supuesto castigo que recibían por el delito de aprender a leer y escribir. Pero parece desconocer la realidad de miles de campesinas de comunidades paupérrimas de Chuquisaca, Potosí y algunas zonas de Cochabamba, que todos los días llegan a las terminales de buses de las ciudades y son presa fácil de inescrupulosas agencias de empleos que a veces forman parte de redes de prostitución de menores. Sólo tiene que ir a Yapacaní, Bulo Bulo, Pailón y muchas otras poblaciones y se dará cuenta de la realidad de muchas niñas que trabajan en malolientes choperías, donde terminan sucumbiendo ante los bajos instintos de los clientes.
Solo hay que leer los avisos clasificados de los periódicos para entender los procedimientos de los tratantes de personas, que suelen ofrecer jugosos salarios y condiciones envidiables de trabajo en el exterior del país y las víctimas terminan en talleres de confecciones en San Pablo o Buenos Aires, con regímenes laborales propios de la esclavitud. De Bolivia siguen huyendo muchos compatriotas hacia el norte argentino a cosechar caña y tabaco y ninguno de ellos quiere volver al país a malvivir con la ayuda de los dichosos bonos, que según los organismos internacionales han ayudado a paliar la extrema pobreza, lo que equivale a afirmar que si una familia antes sobrevivía con un dólar diario, ahora lo hace con dos dólares.
El problema de la trata de personas no sólo tiene que ver con la pobreza. Este delito suele ser uno más de los rubros en los que incursionan las mafias conectadas con el narcotráfico, el contrabando, los juegos de azar, la “industria del secuestro” y la prostitución, actividades que por estos días gozan de una inmejorable salud en Bolivia. Según el Defensor del Pueblo más de 15 mil niños salen todos los años por la frontera sur del país en condiciones irregulares y sospecha que la mayoría de ellos cae en redes de traficantes. Rolando Villena ha expuesto la terrible situación de algunas comunidades potosinas, que además de haber caído en las garras de narcotraficantes y contrabandistas, ahora también incursionan en esta lacra tan detestable y que merece todo el rechazo. Según el funcionario, hay familias del norte de Potosí que venden sus hijos hasta en 20 y 50 bolivianos, hecho que ha despertado el escepticismo del presidente.
Ojalá que esa actitud lo lleve a la curiosidad y de ahí se pase a la investigación. No vaya a ser que luego se deje sorprender como ocurrió con los niños del Chapare que son usados para traficar drogas.
El presidente se tragó sin mayores evidencias el cuento de la esclavitud en el Chaco que le contaron ciertas ONGs evófilas y repite en todos los foros a los que asiste aquella leyenda de los indígenas sin manos y sin ojos, supuesto castigo que recibían por el delito de aprender a leer y escribir. Pero parece desconocer la realidad de miles de campesinas de comunidades paupérrimas de Chuquisaca, Potosí y algunas zonas de Cochabamba, que todos los días llegan a las terminales de buses de las ciudades y son presa fácil de inescrupulosas agencias de empleos que a veces forman parte de redes de prostitución de menores. Sólo tiene que ir a Yapacaní, Bulo Bulo, Pailón y muchas otras poblaciones y se dará cuenta de la realidad de muchas niñas que trabajan en malolientes choperías, donde terminan sucumbiendo ante los bajos instintos de los clientes.
Solo hay que leer los avisos clasificados de los periódicos para entender los procedimientos de los tratantes de personas, que suelen ofrecer jugosos salarios y condiciones envidiables de trabajo en el exterior del país y las víctimas terminan en talleres de confecciones en San Pablo o Buenos Aires, con regímenes laborales propios de la esclavitud. De Bolivia siguen huyendo muchos compatriotas hacia el norte argentino a cosechar caña y tabaco y ninguno de ellos quiere volver al país a malvivir con la ayuda de los dichosos bonos, que según los organismos internacionales han ayudado a paliar la extrema pobreza, lo que equivale a afirmar que si una familia antes sobrevivía con un dólar diario, ahora lo hace con dos dólares.
El problema de la trata de personas no sólo tiene que ver con la pobreza. Este delito suele ser uno más de los rubros en los que incursionan las mafias conectadas con el narcotráfico, el contrabando, los juegos de azar, la “industria del secuestro” y la prostitución, actividades que por estos días gozan de una inmejorable salud en Bolivia. Según el Defensor del Pueblo más de 15 mil niños salen todos los años por la frontera sur del país en condiciones irregulares y sospecha que la mayoría de ellos cae en redes de traficantes. Rolando Villena ha expuesto la terrible situación de algunas comunidades potosinas, que además de haber caído en las garras de narcotraficantes y contrabandistas, ahora también incursionan en esta lacra tan detestable y que merece todo el rechazo. Según el funcionario, hay familias del norte de Potosí que venden sus hijos hasta en 20 y 50 bolivianos, hecho que ha despertado el escepticismo del presidente.
Ojalá que esa actitud lo lleve a la curiosidad y de ahí se pase a la investigación. No vaya a ser que luego se deje sorprender como ocurrió con los niños del Chapare que son usados para traficar drogas.
Solo hay que leer los clasificados de los diarios para entender los procedimientos de los tratantes de personas, que suelen ofrecer jugosos salarios y condiciones envidiables de trabajo en el exterior y las víctimas terminan en talleres de confecciones en San Pablo o Buenos Aires.
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