Los traspiés que abruman a Bolivia desde dentro y desde fuera vuelven urgente que una voz creíble y experimentada diga al presidente Evo Morales y a sus principales seguidores que estamos mal y que para evitar mayores enredos debe corregir el rumbo. No es bueno para la salud democrática del país que su líder sea cada vez menos creído en escenarios internacionales. En Rio de Janeiro sugirió a los países africanos que nacionalicen todos sus recursos naturales. África es una de las regiones que las empresas transnacionales brasileñas ven con mayor interés y a las que el gobierno brasileño se esfuerza en promover. De cuajar, la idea del presidente Morales tendría entre sus objetivos a Petrobras y Vale do Rio Doce, diamantes de la corona de las empresas públicas de Brasil. Las inversiones brasileñas en Angola, donde la presidente Dilma Rousseff estuvo hace poco, suman 4.000 millones de dólares. Nuestro presidente fue a sugerir a países asistentes a la Reunión Río + 20 que nacionalicen intereses del anfitrión. Creo que ni el comandante Castro, por lo menos el de estos tiempos, habría llegado a tanto.
La presencia del presidente Morales era casi solitaria en los grandes salones donde habló en los últimos meses y la soledad sólo era paliada por “amigos” que no son la mejor compañía: Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela. Ese encogimiento del apoyo que tuvo también se siente en el país. Lo dicen encuestas que, aunque el gobierno las desdeña, muestran un escenario que de sueño colectivo de un futuro promisor se encamina a una pesadilla que nadie en Bolivia puede querer. Ignorar esta realidad sería una locura. Está visto que el Sr. Presidente no escucha el alerta que le llega por las noticias de los medios. No escucha al TIPNIS ni a quienes un tiempo estuvieron de su lado.
Tal vez una manifestación de los que en el futuro pueden ser colegas del actual mandatario –los ex presidentes- podría ayudar y contribuir a que el país encuentre luz al cabo de una prolongada penumbra. Pero no hay indicios de que eso pueda ocurrir. Los ex mandatarios no parecen con ánimo de hacerlo, aunque es razonable creer que observan el mismo panorama que observa gran parte del país.
Si no son los “ex”, ¿quién estaría dispuesto a hacerlo? La Iglesia Católica ha tenido muchos desaires del gobierno y algunos de sus dirigentes no quieren ver a la Iglesia en cuestiones políticas (“ocúpese del mundo espiritual”, le dijo hace poco una autoridad). ¿Quién entonces puede decirle apropiadamente al gobierno y a sus dirigentes: El camino que está siguiendo es inadecuado?
Pocos están en desacuerdo en que el encuentro del presidente iraní en La Paz ha servido sólo para las relaciones públicas del ayatolá. Si la presidente de Brasil no quiso entusiasmar a los iraníes con un encuentro con su líder en Río, razones habrá tenido. El dirigente iraní no es buen compañero en el camino globalizado, aunque el presidente boliviano lo llame de “hermano” y se jacte de estar a su lado en “la lucha contra el imperialismo”, es decir contra Estados Unidos. Irán tiene a las Naciones Unidas vigilante para que sus planes nucleares no prosperen y la oposición interna no ha disminuido. Sólo que esas noticias no le llegan a su anfitrión andino.
La reunión de Cancún sobre el cambio climático debía haber sido un campanazo. Bolivia quedó solitaria ante 193 países que aprobaron la convención en debate. A esa reunión siguieron dificultades internas como el gasolinazo, marcha del TIPNIS, los zigzagueos del juicio Hotel las Américas, los tropiezos con Chile, el gaffe con Colombia que supuestamente apoyaría a Bolivia en su demanda por acceso soberano al mar, y hace sólo días la cita de Tiquipaya, que ahora parece distante. ¿Cómo hacer entender todo esto a los que deben entender?
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