Los bolivianos recuerdan todos los años en esta fecha el Día del Mar, como un reproche al país vecino (Chile) que se apoderó, en una guerra no declarada, de todo el territorio costero de Bolivia en 1879.
Con el tiempo, la fecha se ha incorporado al calendario de los feriados y los desfiles, con discursos de parte de los gobernantes sobre la injusticia de esta situación.
El presidente Evo Morales ha tenido la idea de decir que, en su criterio, este no es el día del mar, sino el día del carajo. El presidente tendría que refrenar sus impulsos de hacer humor, sobre todo cuando se trata de temas tan importantes para los bolivianos.
En el debate de fondo, Chile mantiene una postura crecientemente negativa a la demanda boliviana. Cada gobierno que llega a La Moneda ofrece a Bolivia menos de lo que ofreció el anterior.
El actual presidente Sebastián Piñera comenzó por dejar que se supiera que su antecesora, la socialista Michelle Bachelet, había ofrecido un canje territorial a Bolivia.
A partir de esa revelación, que equivale a una delación hacia sus opositores socialistas, Piñera ofrece apenas algunas facilidades para el transporte de minerales de Bolivia hacia los puertos. Y nada más.
La “diplomacia de los pueblos” que inauguró el presidente Morales no ha servido mucho. En este momento, según dice la prensa chilena, 73% de los habitantes de ese país se opone a cualquier cesión que se pueda hacer a Bolivia.
Allí está la clave para entender por qué los gobiernos chilenos no ofrecen mucho a Bolivia. Es el pueblo chileno el que no perdonaría que ningún gobierno reduzca la dureza del encierro al que está sometida Bolivia.
El criterio es que no se puede traicionar a los abuelos que libraron aquella guerra. Cualquier iniciativa para ablandar el encierro sería motivo de condena de la opinión pública chilena.
Mientras este drama se desarrolla, las autoridades peruanas siguen ofreciendo como alternativa para el comercio exterior boliviano los puertos del sur de su territorio, comenzando por Ilo.
Mientras tanto, el enclaustramiento de Bolivia, sellado hacia el Pacífico, tiene posibilidades mejores hacia el Atlántico.
Está avanzando ahora el proyecto de instalación de Puerto Busch, sobre la hidrovía Paraguay-Paraná. Este proyecto reduciría en distancia y en trabas de tipo fronterizo el acceso de los productos bolivianos hacia la hidrovía.
En el Amazonas las posibilidades se han cerrado desde el momento en que el proyecto brasileño de las represas sobre el río Madera eliminaron las esclusas que habían sido tomadas en cuenta en los primeros proyectos.
Esas esclusas podían haber ayudado al acceso de la carga boliviana hacia el Amazonas, pero el gobierno boliviano no hizo ninguna gestión para pedir que las esclusas sean repuestas al proyecto. Ahora ya es tarde porque las represas están muy avanzadas.
Por lo tanto, este Día del Mar encuentra a los bolivianos tan lejos como siempre de librarse del encierro en que vive el país desde aquella nefasta guerra.
Con el tiempo, la fecha se ha incorporado al calendario de los feriados y los desfiles, con discursos de parte de los gobernantes sobre la injusticia de esta situación.
El presidente Evo Morales ha tenido la idea de decir que, en su criterio, este no es el día del mar, sino el día del carajo. El presidente tendría que refrenar sus impulsos de hacer humor, sobre todo cuando se trata de temas tan importantes para los bolivianos.
En el debate de fondo, Chile mantiene una postura crecientemente negativa a la demanda boliviana. Cada gobierno que llega a La Moneda ofrece a Bolivia menos de lo que ofreció el anterior.
El actual presidente Sebastián Piñera comenzó por dejar que se supiera que su antecesora, la socialista Michelle Bachelet, había ofrecido un canje territorial a Bolivia.
A partir de esa revelación, que equivale a una delación hacia sus opositores socialistas, Piñera ofrece apenas algunas facilidades para el transporte de minerales de Bolivia hacia los puertos. Y nada más.
La “diplomacia de los pueblos” que inauguró el presidente Morales no ha servido mucho. En este momento, según dice la prensa chilena, 73% de los habitantes de ese país se opone a cualquier cesión que se pueda hacer a Bolivia.
Allí está la clave para entender por qué los gobiernos chilenos no ofrecen mucho a Bolivia. Es el pueblo chileno el que no perdonaría que ningún gobierno reduzca la dureza del encierro al que está sometida Bolivia.
El criterio es que no se puede traicionar a los abuelos que libraron aquella guerra. Cualquier iniciativa para ablandar el encierro sería motivo de condena de la opinión pública chilena.
Mientras este drama se desarrolla, las autoridades peruanas siguen ofreciendo como alternativa para el comercio exterior boliviano los puertos del sur de su territorio, comenzando por Ilo.
Mientras tanto, el enclaustramiento de Bolivia, sellado hacia el Pacífico, tiene posibilidades mejores hacia el Atlántico.
Está avanzando ahora el proyecto de instalación de Puerto Busch, sobre la hidrovía Paraguay-Paraná. Este proyecto reduciría en distancia y en trabas de tipo fronterizo el acceso de los productos bolivianos hacia la hidrovía.
En el Amazonas las posibilidades se han cerrado desde el momento en que el proyecto brasileño de las represas sobre el río Madera eliminaron las esclusas que habían sido tomadas en cuenta en los primeros proyectos.
Esas esclusas podían haber ayudado al acceso de la carga boliviana hacia el Amazonas, pero el gobierno boliviano no hizo ninguna gestión para pedir que las esclusas sean repuestas al proyecto. Ahora ya es tarde porque las represas están muy avanzadas.
Por lo tanto, este Día del Mar encuentra a los bolivianos tan lejos como siempre de librarse del encierro en que vive el país desde aquella nefasta guerra.
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