La Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) dispone de escuadras completas de agentes que con toda facilidad se infiltran en las bandas de narcotraficantes. Muy a menudo son de procedencia latinoamericana sus operadores para tal tipo de acciones, cuya apariencia y acento hispano disipa en sus interlocutores toda sospecha de que sean agentes encubiertos.
En el marco de la coordinación de las acciones que siguen a las investigaciones, casi todos los países de América Latina comparten la referida modalidad operativa. Chile figura entre ellos, país donde policías ‘camuflados’ de narcos, según informaciones de los principales diarios de Santiago, tendieron una trampa a quien fuera jefe de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico en Bolivia y que hasta ese momento se desempeñara como director de una repartición del Ministerio de Gobierno encargada de la recopilación de información sobre el narcotráfico en el país.
La exitosa añagaza tuvo lugar en un lujoso hotel de una ciudad del norte de Chile, donde los uniformados chilenos expertos en las referidas infiltraciones cerraron trato con el policía boliviano para el envío de una considerable cantidad de cocaína hacia el mercado estadounidense, vía Centroamérica (Panamá, como tramo crucial de tránsito), fin para el cual le adelantaron $us 75.000.
Sin duda que el policía boliviano no supuso ni remotamente siquiera que de este modo iba a caer en manos de la DEA, la cual le conduciría esposado a la cárcel de ese país en la que actualmente espera el juicio penal que sin duda terminará con una sentencia de cadena perpetua en contra suya. La captura, cabe recordar, ocurrió en Panamá, cuya Policía antinarcóticos cooperó también con los agentes de Chile y EEUU.
En Bolivia, el Gobierno encaró el tema de forma tan difusa como contradictoria. Sin embargo, más allá de ciertas diferencias, imperó en sus filas la certeza de que en la Policía se registran descontroles que benefician al narcotráfico. Y no vaciló en ordenar la detención de varios policías supuestamente comprometidos con el infame tráfago. Entretanto, quedan por despejar detalles oscuros que ojalá sean aclarados para una determinación precisa de los verdaderos alcances de este episodio. Algunos son de tipo anecdótico, pero de gran valor indiciario al respecto, como el hecho de que un general de la Policía que cumplía funciones de rango medio en el Ministerio de Gobierno saliese del país, pasaporte en mano, sin el permiso o licencia de sus respectivos superiores, como si fuera un turista más de los muchos que van al norte de Chile. Creemos que estamos ante otro caso de descontrol respecto al personal de dicha cartera. Esperamos que así sea.
En el marco de la coordinación de las acciones que siguen a las investigaciones, casi todos los países de América Latina comparten la referida modalidad operativa. Chile figura entre ellos, país donde policías ‘camuflados’ de narcos, según informaciones de los principales diarios de Santiago, tendieron una trampa a quien fuera jefe de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico en Bolivia y que hasta ese momento se desempeñara como director de una repartición del Ministerio de Gobierno encargada de la recopilación de información sobre el narcotráfico en el país.
La exitosa añagaza tuvo lugar en un lujoso hotel de una ciudad del norte de Chile, donde los uniformados chilenos expertos en las referidas infiltraciones cerraron trato con el policía boliviano para el envío de una considerable cantidad de cocaína hacia el mercado estadounidense, vía Centroamérica (Panamá, como tramo crucial de tránsito), fin para el cual le adelantaron $us 75.000.
Sin duda que el policía boliviano no supuso ni remotamente siquiera que de este modo iba a caer en manos de la DEA, la cual le conduciría esposado a la cárcel de ese país en la que actualmente espera el juicio penal que sin duda terminará con una sentencia de cadena perpetua en contra suya. La captura, cabe recordar, ocurrió en Panamá, cuya Policía antinarcóticos cooperó también con los agentes de Chile y EEUU.
En Bolivia, el Gobierno encaró el tema de forma tan difusa como contradictoria. Sin embargo, más allá de ciertas diferencias, imperó en sus filas la certeza de que en la Policía se registran descontroles que benefician al narcotráfico. Y no vaciló en ordenar la detención de varios policías supuestamente comprometidos con el infame tráfago. Entretanto, quedan por despejar detalles oscuros que ojalá sean aclarados para una determinación precisa de los verdaderos alcances de este episodio. Algunos son de tipo anecdótico, pero de gran valor indiciario al respecto, como el hecho de que un general de la Policía que cumplía funciones de rango medio en el Ministerio de Gobierno saliese del país, pasaporte en mano, sin el permiso o licencia de sus respectivos superiores, como si fuera un turista más de los muchos que van al norte de Chile. Creemos que estamos ante otro caso de descontrol respecto al personal de dicha cartera. Esperamos que así sea.
* Abogado y periodista
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