Masticando coca Evo cocalero |
Antes de ahora todo era fácil para Morales. En los cinco años jamás conoció la inseguridad bajo sus pies, ni la inestabilidad del poder en sus manos. Se deslizaba por terreno llano del halago y la popularidad. Tiene instinto de guerrero. Sabe dónde está el enemigo potencial y con qué armas doblegarlo. Con la saga de triunfos electorales se sentía un pequeño dios; confiaba en que nada socavaría su pedestal de Apu Mallku.
Ningún otro gobierno tuvo tantas ventajas desde un principio. Se tocó con la jauja económica por las materias primas y la condonación de deudas. En hidrocarburos fue el cosechador de la siembra ajena. Los “movimientos sociales” – su apoyo principal - son sindicatos convertidos en células políticas. Para la apariencia y visión externa se arropó de indigenismo, cuando en realidad es un régimen de naturaleza distinta.
Del hombre sencillo y humilde no queda rastro. Doctorados, películas y libros biográficos con olor a incienso; guía espiritual de los pueblos y héroe por la pachamama, candidato a nobel de la paz ¡Cómo no habían de cambiarle! Se volvió “soberbio, autoritario y ególatra”. Para sus áulicos es “un hombre de paz, de diálogo y de concertación”; “profundamente demócrata, el mejor presidente”; “líder continental, incluso mundial”. Un gran cartel, sin duda; pero es sólo pirotecnia verbal, como en la noche de San Juan, un destello fugaz en el aire y luego puro humo.
Su irrefrenable soberbia le ha llevado a la confrontación con quienes ayer lo apoyaron sin retaceos. Como en el caso de los dictadores, no tolera la disidencia ni la crítica. Cuando era víctima de la represión, la Iglesia católica lo amparó. Una vez en el poder, la declaró su enemiga y le combatió con saña. Los periodistas lo acompañaron en su lucha, eran casi sus voceros itinerantes; pero desde la silla presidencial les declaró también sus enemigos; les humilló, les inventó la mordaza.
Es de temperamento pasional e imprevisible, así como hiperactivo y locuaz. Al escucharlo se pensaría que está hablando en Lauca Ñ y está actuando en un foro internacional. En todas partes el cocalero desplaza al Presidente. En papel de víctima fue exitoso al principio, pero se desgastó con rapidez. Hoy no le hace ningún bien el asociarse con los dictadores de Cuba y Venezuela; sin embargo, va junto a ellos en pos de un fantasma llamado Socialismo del siglo XXI.
Ambivalente y contradictorio. No hay otro político que se parezca tanto al mítico Jano, el dios de la doble cara. Unos ejemplos: “Soy comunista, marxista, leninista” Pero en víspera de su viaje al Vaticano se declaró un devoto católico. Por aquello de los 500 años despotricaba contra España, abominaba del pasado colonial, y una vez en el Palacio de la Zarzuela manifestó sin sonrojarse que el pasado no cuenta sino el futuro. Los Reyes, no obstante, lo trataron con fineza. Ahora último, a raíz del cambio de estrategia con el mar, desde Chile acaban de decir que Morales “padece un síndrome bipolar”.
Ningún otro gobierno tuvo tantas ventajas desde un principio. Se tocó con la jauja económica por las materias primas y la condonación de deudas. En hidrocarburos fue el cosechador de la siembra ajena. Los “movimientos sociales” – su apoyo principal - son sindicatos convertidos en células políticas. Para la apariencia y visión externa se arropó de indigenismo, cuando en realidad es un régimen de naturaleza distinta.
Del hombre sencillo y humilde no queda rastro. Doctorados, películas y libros biográficos con olor a incienso; guía espiritual de los pueblos y héroe por la pachamama, candidato a nobel de la paz ¡Cómo no habían de cambiarle! Se volvió “soberbio, autoritario y ególatra”. Para sus áulicos es “un hombre de paz, de diálogo y de concertación”; “profundamente demócrata, el mejor presidente”; “líder continental, incluso mundial”. Un gran cartel, sin duda; pero es sólo pirotecnia verbal, como en la noche de San Juan, un destello fugaz en el aire y luego puro humo.
Su irrefrenable soberbia le ha llevado a la confrontación con quienes ayer lo apoyaron sin retaceos. Como en el caso de los dictadores, no tolera la disidencia ni la crítica. Cuando era víctima de la represión, la Iglesia católica lo amparó. Una vez en el poder, la declaró su enemiga y le combatió con saña. Los periodistas lo acompañaron en su lucha, eran casi sus voceros itinerantes; pero desde la silla presidencial les declaró también sus enemigos; les humilló, les inventó la mordaza.
Es de temperamento pasional e imprevisible, así como hiperactivo y locuaz. Al escucharlo se pensaría que está hablando en Lauca Ñ y está actuando en un foro internacional. En todas partes el cocalero desplaza al Presidente. En papel de víctima fue exitoso al principio, pero se desgastó con rapidez. Hoy no le hace ningún bien el asociarse con los dictadores de Cuba y Venezuela; sin embargo, va junto a ellos en pos de un fantasma llamado Socialismo del siglo XXI.
Ambivalente y contradictorio. No hay otro político que se parezca tanto al mítico Jano, el dios de la doble cara. Unos ejemplos: “Soy comunista, marxista, leninista” Pero en víspera de su viaje al Vaticano se declaró un devoto católico. Por aquello de los 500 años despotricaba contra España, abominaba del pasado colonial, y una vez en el Palacio de la Zarzuela manifestó sin sonrojarse que el pasado no cuenta sino el futuro. Los Reyes, no obstante, lo trataron con fineza. Ahora último, a raíz del cambio de estrategia con el mar, desde Chile acaban de decir que Morales “padece un síndrome bipolar”.
Muchos analistas – y no precisamente desafectos con él – le pidieron volcar su esfuerzo hacia la economía; que ya era bastante la política. Pero empecinado el hombre, no escuchó. Hasta que una nube de tormenta le puso en guardia (DS. 748). Detrás del eufemismo “nivelación”, ¿qué se escondía? ¿Un tigre más que rinde su piel para la alfombra de las petroleras? ¿La amenaza del déficit fiscal? ¿El omnipotente poder del contrabando? ¿Acaso todos juntos? ¡Quién sabe!
Al verse obligado a borrar con el codo lo que había escrito con la mano, bajo la alternativa de rodar por la pendiente, tal vez se dio cuenta de varias cosas. El apoyo masivo que parecía incólume se resquebrajó en pocas horas, que la economía es el talón de Aquiles para cualquier gobierno, que sus asesores o son incapaces o carecen de valor civil para decirle la verdad.
Con el poder total en las manos, ahora enfrenta su hora amarga. Se extiende por delante una perspectiva sombría; quizá ya no le sirva la “estrategia envolvente” que era para prorrogarse en el poder. Los bonos electorales, la Constitución “chuta”, las leyes largas y cortas, la Asamblea funcional - son sus logros. En el otro platillo de la balanza pesan fuerte: las empresas estatales a la deriva, la agricultura estancada, una nueva frustración con Chile; el atraso invariable en los hospitales, escuelas y caminos. Estos desafíos aún no tienen respuesta; pero el contrabando, el narcotráfico y la corrupción – sus verdaderos enemigos - estrechan su círculo de fuego peligrosamente.
El autor es columnista independiente