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martes, 15 de mayo de 2012

Maggy Talavera fantasea con que "si el muerto hablara" de la lectura del libro Maten a Rózsa de Carlos Valverde


Imagino las miradas de espanto que estallarían en el rostro de quienes compartieron con Eduardo Ròzsa sus últimos meses de vida, particularmente los vividos en Bolivia, si desde el más allá (o el más acá) se anunciara “…y al tercer año resucitó de entre los muertos, y está sentado frente al fiscal Soza, desde allí ha de decir toda su verdad: por qué regresó, quién lo trajo, para qué… y a quienes les convenía más muerto que vivo”.
Claro, la realidad es que Ròzsa está muerto y no existe la menor chance de que salga “desde lo más profundo de la tierra” para revelar lo que ahora sólo saben los gusanos de esta y de la otra vida. Aunque personalmente, luego de conocerlo a través de los retratos que de él hicieron amigos y periodistas, o del autorretrato que dejó en blogs y varios escritos, dudo mucho que quisiera y pudiera decir su verdad.
Lo digo ahora, luego de leer el libro “¡Maten a Ròzsa!” de Carlos Federico Valverde Bravo, publicado por Editorial El País, que reúne y ordena las piezas del rompecabezas que el autor identifica como “rompecabezas de una conspiración”. Una conspiración urdida “desde el poder central”, afirma Valverde, para quien las pruebas que están a mano no dejan lugar a dudas: “A Ròzsa lo trajo el Gobierno” y desde allí partió la orden “¡maten a Ròzsa!”, sostiene en base a informes que están en poder de la Fiscalía.
Ingenuamente podríamos preguntar: ¿por qué, entonces, el fiscal asignado al caso no está tomando en cuenta esos informes? La respuesta es clara: porque van en contra de la versión oficial repetida sin cansancio, incluso desde antes del 16 de abril de 2009, presentando los hechos como un caso de “terrorismo-separatismo”.
Pretexto ideal del Gobierno para defenestrar a quienes representaban a la oposición, articulada en torno a la demanda autonomista surgida en Santa Cruz.
No se trata de negar los contactos que tuvo Eduardo Ròzsa o “Jorge Hurtado” entre 2007 y 2009 con algunos políticos, empresarios y cívicos cruceños para organizar una “defensa de Santa Cruz”.
Efectivamente, los tuvo. Contactos alentados por la presión psicológica y de hecho que ejercían sobre el departamento los movimientos sociales afines al MAS, entre las que sobresale el cerco campesino a Santa Cruz en septiembre de 2008, liderado por Fidel Surco; según él, “en respuesta a la toma de instituciones públicas por parte de miembros de la Unión Juvenil Cruceñista y universitarios”.
De lo que se trata es de armar el rompecabezas con todas sus piezas y no apenas con las seleccionadas por el Gobierno y la Fiscalía, entre las que se echa en falta algunas muy importantes, entre las que Valverde destaca las siguientes: ¿quién trajo a Ròzsa en 2007?; ¿por qué la embajada venezolana le pagó a Ròzsa, en octubre de ese año, un pasaje La Paz-Cochabamba-La Paz?; ¿quién es “camaradalinera”, con el que Ròzsa intercambia correos electrónicos?; ¿quién es “qhananchiri”, también contacto de Ròzsa?; ¿quién pagó los pasajes que usó Ròzsa para trasladarse desde Europa a Sao Paulo, Brasil, desde donde luego viajó a Bolivia?; ¿por qué el fiscal que atiende el caso no se refiere a las llamadas telefónicas registradas entre Ròzsa y Raúl García Linera, la última de ellas en la víspera de ser muerto por la Policía en el hotel Las Américas, tal como consta en el extracto de llamadas publicado por el propio Valverde?
Hay muchas más interrogantes planteadas en el libro, y no sólo dirigidas a personeros del Gobierno central, sino también a quienes en su momento dirigían la oposición en Santa Cruz. Unos y otros relacionados con Ròzsa, aunque con una diferencia sustancial: a los primeros, la Fiscalía los ha eximido del caso, mientras que a los segundos no solo los ha incorporado como “piezas claves” para develar el mismo, sino que además los ha detenido y enviado a la cárcel. Éstos responden a procesos judiciales iniciados, mientras que los otros -los del Gobierno- gozan de libertad e impunidad.
Nada raro en los tiempos que corren hoy, donde los administradores de Justicia ya ni disimulan su sometimiento al gobierno de turno. A ellos también les estallarían los ojos y oídos de espanto al ver y escuchar declarar al muerto. Antes de que esto sea posible, será tarea de la sociedad civil desenterrar, no a lo que quede de Ròzsa en lo más profundo de la tierra, sino a la verdad de los hechos.

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