Vistas de página en total

domingo, 9 de octubre de 2011

los gobiernos se caen por sus propios vicios...no es el pueblo que los derrota...el drama es que se agotan, agonizan y mueren sentencia Edwin Tapia en imperdible análisis de la caída política.

Ante aparato tan gigante, en sí mismo violento, la sociedad civil pobre, desorganizada y sin dirección adecuada, no puede defender ni siquiera sus derechos fundamentales, está siempre sometida a la voluntad de burócratas y políticos trashumantes que conciben la administración pública como un negocio. Un análisis detallado revelaría que las familias y las personas de las ciudades y del campo no pueden hacer lo más importante de sus actividades sin tropezar con las exigencias y arbitrariedades del poder constituido. En muchos casos, funcionarios públicos de ínfima jerarquía imponen restricciones y amenazan a vastos sectores de la población que no tienen ninguna alternativa para enfrentar semejante agresión.

Esas son las dimensiones del orden impuesto que se reproduce y prolonga indefinidamente. Claro que el atraso y la pobreza, acrecientan la fuerza omnímoda del sector público que está en manos de grupos no precisamente respetuosos de la gente. En la lógica sólo de la correlación de fuerzas, los gobiernos nunca deberían caerse por efecto del descontento social, sin embargo, se desgastan y derrumban con frecuencia inusitada. Lo que ahora sucede, y con proporciones más grandes respecto del pasado, no es sino la trágica repetición de esa constante de la historia.

III.- Cuatro son las causas que, correspondiendo paradójicamente al propio sistema, definen su desgaste y provocan el desprecio del pueblo. Una, decisiva, es la incapacidad de quienes toman puestos importantes en la administración pública. Muy pocos han podido comprender correctamente la realidad nacional para formular sobre esa base planes y programas eficientes de mediano y largo plazo. La mayor parte de políticos realizan sus actividades en la proyección simple de intereses inconfesables y de sentimientos egoístas. La falla básica, en ámbito gubernamental, no es la falta de recursos económicos ni de medios materiales para responder a las necesidades y aspiraciones de la gente, lo que falta no es dinero sino capacidad, trabajo disciplinado y honestidad. Personas de tal dimensión ética, en muy poco tiempo, convierten la vieja maquinaria estatal en fuerzas y tendencias no sólo represivas sino suicidas. El monstruo, concebido y manejado de este modo, acaba tragándose a sus poseedores. Los grupos políticos que toman el poder sin capacidad ni vocación humanista, se autodestruyen. 

IV.- En segundo lugar, los gobiernos se desgastan y caen por falta de coherencia ideológica y disciplina de sus titulares. En pocas oportunidades, los grupos que toman la administración pública actúan coherentemente. En la dinámica desorganizada y por eso conflictiva de los órganos del Estado, y dentro de ellos de parcelas de poder, los intereses segmentarios y de personas, no pueden cohesionar el viejo aparato para orientarlo en la ejecución de tareas transformadoras y evolutivas. Allá donde no hay una ideología clara que cohesione, cada persona opta no sólo por sus propias creencias, sino por sus propias ambiciones e intereses. Generalmente, las montoneras, en la lógica sólo de su cantidad, muy pronto se despedazan, precisamente, por falta de principios, de valores y de objetivos comunes construidos en largos periodos de formación humana, y construcción de estructuras estables. La improvisación y el asalto ciego de la administración pública, cuando aparecen las tentaciones económicas y de otra índole, se evaporan quedando sólo el impulso egoísta que en sí mismo resulta el factor más destructivo del orden imperante.

V.- Otra causa, por la que se caen los gobiernos, es la corrupción. Desde siempre la búsqueda del poder, en lo esencial, es también la búsqueda de riqueza, hay muchos que cínicamente dicen que la administración pública sirve para satisfacer deseos reprimidos. Lo que no es falso, el poder político es precisamente para eso, no hay en ningún lugar del mundo ni en ninguna etapa de la historia, alguien que hubiera tomado el poder para entregar algo de su riqueza o para trabajar gratuitamente por la ilusión del bien común, la lucha por el poder, en última instancia es la lucha por las ventajas, los beneficios, los privilegios que surgen de la dominación que unos ejercen sobre otros. En la primera parte de este trabajo dijimos que el Estado representado, arbitrariamente, sólo por el gobierno, maneja la economía de los países, la educación de la gente, la mayor parte de puestos de trabajo y fuerzas invencibles de represión, entonces quien llega a estos niveles tiene que actuar de acuerdo con las características de tal ambiente, si no lo hace su caída, paradójicamente, se da por no haber entrado en la verdadera naturaleza del sistema, paradoja que después se hace fatal porque en el otro extremo, hoy que el sentido crítico del pueblo es incorruptible, también se cae. En la selección de los extremos que la disyuntiva plantea, los políticos prefieren caerse aprovechando, al máximo, las ventajas del poder.

VI.- Entonces, los gobiernos se caen por sus propios vicios e imposibilidades, no es el pueblo que los derrota y menos la oposición. El drama consiste en que de todos modos se agotan, agonizan y mueren. Y esto es así, no por causa de los oponentes ni de los medios de comunicación, sino porque los ciclos son cada vez más cerrados y asfixiantes. La dimensión intelectual y ética del orden establecido, por sus propias limitaciones, define el destino de los gobiernos en plazos muy cortos y en caídas algunas veces trágicas. El poder como mero ejercicio de la violencia se aproxima al momento culminante de su agotamiento estructural. El Estado, tal como ahora existe, ya no puede administrar las nuevas fuerzas sociales productivas y morales basadas, preponderantemente, en el conocimiento, es decir, en la inteligencia. 
(Segmento de la tesis ofrecida por el Dr. Tapia Frontanilla en el diario cooperativo OPINION de Coochabamba)

No hay comentarios:

Publicar un comentario