Raúl Prada, Alejandro Almaraz y Gustavo Guzmán acaban de entregar a los medios una dura crítica al Gobierno de Evo Morales, al que acusan de haber traicionado a quienes lo llevaron al poder.
La debilidad de las críticas es que los tres autores (hay otros que figuran en la lista de autores del documento) no dijeron esta boca es mía mientras recibían los salarios del “Gobierno del cambio”, al que ahora condenan. Lo que tendrían que exigir es una indemnización, que les compense por haber hecho todos los sacrificios que hicieron, todas las mentiras que repitieron, todas las falacias que secundaron. Se trata, en suma, de un arreglo de cuentas entre masistas, en el que el resto de los bolivianos nada tiene que ver.
Mientras estaban en sus cargos, de improvisado ideólogo, el rabioso enemigo de los terratenientes y del sesudo embajador en Washington, no advirtieron los errores del “proceso de cambio”.
El documento que entregan a los medios repite, con algunos errores garrafales, las críticas de quienes nunca creyeron en “el Gobierno del cambio”.
Quienes creyeron, el 1 de mayo de 2006, que la “nacionalización” iba en serio, merecen un premio por ingenuos, incluidos aquellos que cantaron el himno con el puño izquierdo en alto, con ademán de pasajero de micro.
Los relocalizados del MAS tendrían que revisar su documento, advertir los errores que cometieron y elaborar otro texto en que digan cómo es que ellos creyeron que era honesta la propuesta política del líder de los cocaleros ilegales.
Deberían explicar cómo es que ellos se quedaron callados mientras estuvieron recibiendo salarios. Cada uno de ellos tendría que revelar el proceso por el cual se produjo su destitución.
Pero la duda principal se refiere a que los ahora críticos del “Gobierno del cambio” creen que todos tienen la culpa de la “traición”. Todos, menos Evo Morales. Eso no lo entiende nadie.
El autor es periodista
El autor es periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario