Bolivia fue sede de la Conferencia sobre Cambio Climático y Defensa de la Vida que recién culminó en Tiquipaya. En medio de la tradicional demagogia de estos eventos –que los cubre el erario público y sobre los cuales debería haber rendición de cuentas– y en paralelo con las repetitivas diatribas anticapitalistas, surgió la idea de un nuevo tribunal supranacional, una Corte Internacional de Justicia Ambiental y Climática. La primera llamada de atención provino del visitante canciller francés, quien expresó que tal cosa no la veía posible.
Por mucho que Bolivia financie estos eventos, donde además surge la presencia de activistas para corear apoyos fugaces, no abundan los resultados concretos. Vale recordar –con respeto y realismo– que cuando los países no pesan en el contexto internacional, sus propuestas pocas veces son consideradas. Es algo injusto, pero así opera la comunidad mundial por efecto de la cruda política del poder. Si Bolivia tuviera 100 millones de habitantes, un gran PIB y bombas nucleares, la palabra de sus gobernantes sería escuchada con atención. En el caso boliviano de la vida real –o de cualquier otro Estado en condición parecida– su mínimo peso internacional hace que sus propuestas tengan escaso impacto, más allá de su eventual valor intrínseco.
Por otro lado, imaginemos que se acepta la puesta en marcha de un tribunal ambiental extranacional. En ese hipotético caso, varios compatriotas irían de inmediato al banquillo de los acusados. Allí tendríamos cocaleros, ‘chaqueadores’, a los que tiran basura, a los responsables de daños ecológicos urbanos y rurales, a los que niegan daños ambientales aunque los tengan a la vista, etc. Por ejemplo, un ministro manifestó que no era “criminal” el desvío del cauce del Río Grande, pese a la presencia de un crimen ecológico que en cualquier lugar merecía castigo menos aquí, tal vez por ser los causantes gente allegada al régimen. Eso explicaría la lenidad de las autoridades con respecto a un caso comprobado por inspección directa. El tal tribunal bien que podría actuar como un bumerán para los propios proponentes…
El presidente Morales tendrá la misión de impulsar en la cumbre de Francia los temas de Tiquipaya, pero sinceramente dudamos de su éxito. Y ello no solo debido a la política del poder que hemos citado, sino porque el mundo ya se cansó de frases altisonantes. Rescatamos del cónclave de Cochabamba el apoyo de personalidades a nuestra causa marítima, sumando algunos otros aspectos positivos en materia de preservación de recursos naturales. El resto fue estridencia pura
todo ser humano es testigo de hechos importantes, testimonio voluntario o involuntario de acontecimientos que tienen que ver con personajes destacados de una comunidad
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martes, 13 de octubre de 2015
tradicional demagogia en Tiquipaya. apunta El Deber, SC costeada por el Tesoro de corte anticapitalista, surgió la idea Tribunal de Justicia Ambiental, descartada por Francia de entrada, propuesta que no tendrá impacto. cocaleros, chaqueadores, manipuladores de basura y otros irían como reos al utópico tribunal. el mundo se casó de frases altisonantes, lo rescatable el apoyo a la causa del MAR.
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