Susana Seleme Antelo
Plantear
el tema de la re-re-reelección del binomio Evo Morales-Álvaro García Linera sin el contexto que supone la realidad
socio-política actual, es una visión que reduce la democracia a la dictadura de
la mayoría y refuerza la práctica autoritaria del régimen, su rechazo a la diversidad política, a las
minorías y al pensamiento crítico.
Con una dictadura disfrazada de demócrata
¿por que dejarnos embaucar con una
reforma parcial de la constitución, si lo que buscan es, otra vez, su inconstitucional re-re-reelección? ¿Por
qué seguirles el juego que obligará a un referéndum para avalar esa maniobra
continuista, exigida, dicen, por movimientos sociales que son sus apéndices
sociopolíticos? Más aún, ¿cómo confiar en el Tribunal Electoral o en el Constitucional si ninguno es independiente del poder político que los
nombró? De ahí que acepten sin chistar,
hasta hoy, la violación del derecho democrático de 228 benianos a ser
electos, como sucedió en las elecciones regionales de marzo pasado?
En la sociedad boliviana actual lo
importante y urgente, al mismo tiempo, es reivindicar el Estado democrático y la democracia,
más allá de su naturaleza polisémica, o de la dificultad de definirla según algunas
opiniones. Sin pretender simplificar su definición ¿acaso no sería suficiente
aceptar que la democracia es respetar la libertad de todos quienes piensan diferente
al gobierno de turno, tanto en el plano individual, como en cualesquiera de sus actividades que no
dañen el bien común? Y en plano político
¿que más que respetar la independencia de poderes para evitar la concentración absoluta
que lleva a la ausencia de equilibrios políticos; la alternabilidad en el ejercicio del poder, la
institucionalidad democrática, la libertad y la civilización jurídicas, el respeto
a los derechos humanos, libertad de prensa e información, transparencia y rendición
de cuentas?
El Estado democrático que reivindicamos es
lo contrario a la dictadura populista, colérica, corrupta
y represiva con sus paredones y guillotinas judiciales contra los opositores.
Dictadura que ejerce subordinación sobre
el poder militar y policial, amén de complaciente
-por acción u omisión- ante el creciente micro y macro narcotráfico.
De la alternabilidad en el poder, abjuraron
desde el inicio de su mandato, en enero de 2006: “Llegamos para quedarnos…”
dijo muy orondo Evo Morales. Pocos le
tomaron el pulso a esa afirmación, declaración franca de que iban tras la
dominación y el poder total, promovido y arropado por el aún en vida Hugo
Chávez, sus petrodólares y la influencia
ideológica de la Perla de las Antillas. Así construyó
el discurso demagogo sobre la trilogía indígena-originaria-campesina y la defensa
de la Madre Tierra, mientras reprimía y reprime a los pueblos originarios, y
abre al capital transnacional las reservas indígenas, las áreas protegidas y
Parques Nacionales. Discursos falaces que se suman a la mentada ‘nacionalización
de hidrocarburos’.
Pruebas de la impostura
Baste citar a James Petras,
militante activo de la izquierda norteamericana, libre de toda sospecha neoliberal. En un
extenso artículo*, señaló que “…
desde una perspectiva histórico-comparada, el gobierno de Morales podría
considerarse como el régimen radical más conservador, o el régimen conservador
más radical, del mundo.” Lo califica de “radicalismo al servicio de la
ortodoxia, mediante
una retórica radical, estipendios y subsidios, convirtiendo a sus beneficiarios en ‘guardianes del statu quo’… el
aumento salarial a los trabajadores del sector público ha sido modesto, apenas
por encima del aumento del coste de la vida”. Esas políticas son expresión de sus posiciones “ortodoxas y reaccionarias con una retórica
radical.... ¿Cuántos líderes pueden proclamar un ‘Estado plurinacional’ y
centralizar el poder político y la toma de decisiones económicas en las manos
de una pequeña élite tecnocrática mestiza?” Petras agrega que “Evo Morales es el rigor y la
consistencia con que ha aplicado las políticas económicas ortodoxas, siguiendo
el manual de las organizaciones financieras internacionales… ha mostrado su maestría, sin parangón en América
Latina, en justificar las políticas ortodoxas y reaccionarias con una retórica
radical. El radicalismo en el exterior complementa la
ortodoxia en casa”.
Petras desnuda el engaño de Morales y los
suyos, mientras arremeten verbalmente contra el capitalismo y neoliberalismo. También
descalifican a la democracia representativa, a 33 años de la recuperación democrática -10 de octubre de 1982- tras 18 de
dictaduras militares, golpes de Estado, torturas, exilio y muertes. El régimen borró de su agenda esa hazaña,
aunque gracias a ella hoy usufructúan
del poder. Nunca fueron demócratas, de ahí que no les interesa recobrar la
memoria histórica de la construcción de la democracia en Bolivia.
Personalmente, creo que deberíamos
reflexionar sobre cómo perdimos el Estado democrático, más allá de sus
falencias, siempre perfectibles, pero sí esforzarnos para recuperarlo. Un
camino es oponernos a la fantochada del referéndum re-re-reeleccionista. En
función a ese principio, mi voto será un democrático y militante NO. ¿Y el suyo?
*Revista Nueva Crónica y Buen
gobierno. La Paz Bolivia #
136.
No hay comentarios:
Publicar un comentario