Las revelaciones que ha hecho EL DEBER sobre el patrimonio personal de los principales actores del gobierno nacional siguen teniendo repercusiones.
El presidente Evo Morales, cuyo patrimonio personal se triplicó en los últimos seis años, según se comprueba en la declaración jurada que él mismo hizo en 2006 y ahora en 2012 en la Contraloría, ha sido el centro de los comentarios.
Sus colaboradores dieron muchas explicaciones sobre ese excepcional crecimiento de su patrimonio. Algunos aludieron al hecho de que los bienes del presidente se valorizaron y otros llegaron a decir que el gobernante trabaja mucho y que, por lo tanto, no habría que sorprenderse de que haya hecho crecer su patrimonio. Esta última explicación no tenía en cuenta que Morales estuvo trabajando a tiempo completo y que, se supone, no tuvo tiempo para ocuparse de su patrimonio personal.
Después de algunos días de silencio, surgió una nueva explicación de cómo es que el patrimonio personal del presidente se triplicó en seis años mientras él estaba ocupado, “full time”, en el cargo de Jefe del Estado.
Dicha nueva explicación, que la dio el propio presidente señala que él en sus viajes recibe muchos regalos y todas esas cosas tienen precios que totalizan grandes sumas. Dijo exactamente que cada poncho que le regalan cuesta unos 200 dólares y que tiene más de mil ponchos.
Es decir que Morales considera que los obsequios que recibe, dentro y fuera de Bolivia, son de su propiedad. Al respecto hay una prohibición expresa en el Código Penal, que en el artículo 147 dispone: “La servidora o servidor público o autoridad que en consideración a su cargo admitiere regalos u otros beneficios, será sancionado con privación de libertad de tres a ocho años”.
Por lo demás es una ley universal que los presentes que recibe un presidente no son para él en persona, sino para el cargo que tiene. En la Casa Blanca hay todo un salón con los obsequios que recibieron los presidentes de Estados Unidos y que, por supuesto, no se los llevaron al dejar el cargo, sabían que pertenecen al país.
Lo mismo ocurre en otras naciones, donde los estadistas dejan los obsequios que recibieron, con rigurosos y detallados inventarios. De lo contrario, las medallas, las joyas y los reconocimientos que reciben estarían adornando sus casas y eso, definitivamente, no ocurre.
Quizá sea oportuno, ahora que el asunto es objeto de comentarios en la opinión pública, que los asesores del presidente le hagan saber cuáles son las leyes que rigen para el caso de los obsequios que recibe en su condición de primer mandatario.
Finalmente sería bueno que las explicaciones que se den sobre el origen de esa riqueza sean más coherentes y no entren en contradicción con las leyes del país, como es el caso de los obsequios que el presidente recibe y que, vale la pena reiterarlo, no pueden ser considerados como parte de su patrimonio personal.
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