No es lo mismo que un país tenga un “pobre presidente” que un “presidente pobre”. La valoración es completamente distinta. Por eso es que tampoco es lo mismo vivir en un “país pobre”, que en un “pobre país”.
Por los sueldos que se les asignan, es muy difícil encontrar presidentes pobres en la mayoría de los países por las fortunas que amasan legal o ilegalmente. China acaba de encender las luces rojas ante la alarmante corrupción.
El diario New York Times informó la semana pasada que la extendida familia del premier Wen Jiabao tenía bajo su control la bonita suma de $2.500 millones. El presidente Hu Jintao urgió al Partido Comunista a luchar contra la corrupción porque “podría causar la caída del Estado”.
En la Historia de Bolivia son contados los presidentes que murieron en la pobreza y muchos de los que así acabaron fue porque dilapidaron sus fortunas.
El tema se ha puesto de moda porque el diario El Deber reveló que el presidente Evo Morales triplicó su fortuna desde el 2006, cuando asumió el cargo. Ese año declaró un haber de Bs. 779.423 y el pasado octubre llegó a Bs. 2.705.058. El cambio oficial está a Bs 6.96 por $1.00.
“Qué culpa tengo si el pueblo me regala y regala. El patrimonio va a seguir creciendo”, dijo este fin de semana Morales, más ingenua que impávidamente, tras recibir en Potosí una medalla con cadena de oro.
Morales calcula que sólo en ponchos que le han obsequiado tiene una fortuna de unos $100.000. Recordé que el presidente “más obsequiado” fue Víctor Paz Estenssoro. Allá por 1955 exhibió sus regalos en el hall del Palacio de Gobierno. Era una colosal fortuna en medallas aureas, bastones de mando plateados, joyas, llaves de las ciudades en oro, tejidos, etc.
¿Sabrán estos funcionarios que los “regalos” en su mayoría son a costa de los bolsillos de los pobres? Los eternos aduladores hacen colectas en sindicatos, oficinas públicas, organismos estatales “para comprarle un regalito al jefe”, por la inauguración de una obra, por su visita a la ciudad o por su cumpleaños.
En mi breve pasantía de empleado público en el ministerio de Trabajo, allá por 1966, fui testigo del abuso, porque nos descontaban directamente del sueldo para tales obsequios.
¿Desconoce todo esto Morales? En otros países los regalos a los funcionarios públicos pasan al patrimonio del Estado. Hay leyes que reglamentan su recepción y su disponibilidad.
Pero aparte de la aplicación de la ley pura y simple, debe imponerse la solvencia moral del funcionario. Al respecto, el diario El Día de Santa Cruz nos recordó al vicepresidente argentino Elpidio González (1922-1928) quien al salir del cargo fue advertido por su secretario que dejaba una valioso portarretrato en su oficina.
González, que años más tarde moriría en la pobreza, le respondió: “No me lo regalaron a mí. Se lo regalaron al vicepresidente y yo ya no tengo este cargo”.
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