Historia fascinante de la que debemos sentirnos orgullosos. Historia forjada cuatro años antes (1978-1982), en los que el pueblo luchó con todo su vigor y su sangre para tener una sociedad más justa, en el que la vida sea un valor supremo y la idea del vivir bien sea una realidad.
Al atardecer del 10 de octubre de 1982, con el cielo del crepúsculo y una extraña luz azul amarilla, miraba desde el centro de la plaza principal de La Paz, al Palacio de Gobierno. En el balcón central estaba el Presidente Siles con banda y medalla y su vicepresidente Jaime Paz. El grito de ¡UDP, UDP, UDP…! rebotaba en los cuatro costados de la plaza y en el fondo de mi corazón.
Vivíamos una inmensa alegría que compartíamos con varios periodistas amigos que habíamos seguido la epopeya de la reconquista de la democracia desde los aciagos días de noviembre de 1979. Era como el contraste de una foto en blanco y negro con otra en colores. Tres años antes, la sombra de los tanques delante del Palacio Legislativo, los oficiales de boina desafiantes sobre los grandes aparatos y la frustración por el tiempo de la esperanza quebrado una vez más. Ese día teníamos la sensación de que se escribiría otra historia con el eje afincado en la nueva generación que acompañaba al Presidente.
El 17 de octubre de 2003 a las 10 y 25 de la noche llegué a esa misma plaza. Era noche cerrada, habían pasado 21 años y siete días desde esa jornada augural. Llegaba a jurar al cargo presidencial y otra vez, como en el 79, me había topado con tanques resguardando las esquinas de la plaza, después de casi un mes de revueltas que parecían interminables y amenazaban con convertirse en guerra abierta contra el Gobierno del presidente Sánchez de Lozada. Estaba allí, en el centro geográfico del poder ascendiendo los pocos escalones de mármol de ingreso al Palacio del Congreso. Cuando entré al hemiciclo me pareció muy oscuro, tenebrista, como el escenario de una obra teatral que requiere de un clima denso consonante con el dolor, la violencia y la muerte que habían acompañado esos días. Nuestra democracia pasaba la peor de sus pruebas desde 1982, pero fuimos capaces de superarla. Era el mismo mes de octubre, pero otro octubre. Tan distinto al de un par de décadas atrás, tan cargado de desafíos, que me electrizó de tal modo que me comprometí con una agenda que cambió de manera profunda el país herido que me tocaba conducir. En enero de 2006, se produjo un nuevo y fundamental giro, la llegada del primer indígena a la presidencia de la nación.
El balance de 30 años de democracia es tan complejo como complejo y paradójico fue su desarrollo. En realidad no nos dimos cuenta de que los supuestos sobre los que se armó el andamiaje democrático con imaginación y sentido de futuro, no tomaron en cuenta que el 52 no había llegado a resolver algunas cuestiones esenciales. Los viejos y profundos rencores, las cuentas no saldadas con la historia, la brecha entre unos y otros, estaban allí con una fuerza solo contenida en los corazones de millones de compatriotas. Casi todos quienes condujeron el Gobierno y construyeron las elites de poder entre 1982 y 2003, dieron por hecho lo que no estaba del todo hecho. El debate, tan característicamente ideologizado por la confrontación entre liberalismo y marxismo, entre economía abierta y economía planificada, entre democracia liberal y socialismo, era un debate que no consideró la insurgencia de nuevos actores sociales y políticos. Pero a su vez demostró que era posible aplicar el texto constitucional, respetar las libertades ciudadanas, garantizar la plena libertad de pensamiento y expresión y construir institucionalidad. Reverso y anverso de un tránsito en el que los políticos demostraron lo mejor y lo peor de sí mismos.
La democracia boliviana pos 82 tiene cinco momentos: 1.- 1982-1985, la construcción democrática real a costa de un descalabro económico que puso al país al borde del colapso. 2.- 1985-1997, el giro histórico, la sustitución del Estado del 52 por una visión de modernidad expresada en el 21060 y las reformas estructurales del periodo 1993-1997, las más importantes realizadas desde la Revolución. 3.- 1997-2003, la crisis del modelo y de la propia democracia, la ruptura Estado-sociedad y el hundimiento de un mecanismo que había construido importantes columnas que lamentablemente tenían una base endeble. 4.- 2003-2006, cuando se articuló la Asamblea Constituyente, el Referendo y se dio un giro de 180 grados en la política de hidrocarburos. 5.- 2006-2012, periodo en el que la nueva propuesta de democracia está en pleno proceso, a partir de una nueva agenda con el concepto de participación y construcción desde la base, y en el contexto de más incertidumbres que certezas.
Momentos que marcan los aciertos y errores de la democracia y explican las ideas sobre las que se construyó. También permiten vislumbrar las debilidades que hundieron el meticuloso andamiaje del poder político, económico y social de una nación gobernada todavía por élites hasta el 2003.
Historia fascinante de la que debemos sentirnos orgullosos. Historia forjada cuatro años antes (1978-1982), en los que el pueblo luchó con todo su vigor y su sangre para tener una sociedad más justa, en el que la vida sea un valor supremo y la idea del vivir bien sea una realidad.
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