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martes, 25 de septiembre de 2012

Con notable éxito se han impuesto las presiones para que no se investiguen los hechos, para que no se sepa quién impartió la orden de reprimir a los indígenas o quién puso aviones de la Fuerza Aérea Boliviana a disposición del operativo, entre un sinfín de detalles que causaron un muy hondo impacto en la conciencia de la ciudadanía.


Chaparina. Los Tiempos no lo menciona aunque lo más notable resultó siendo el multitudinario apoyo brindado por el pueblo de La Paz, a los héroes de la Octava Marcha del TIPNIS. UNICO. Apoteósico ante la historia de Bolivia y del Mundo

Hace con hoy doce meses, el 25 de septiembre de 2011, se produjo en la localidad de Chaparina una ofensiva policial, con apoyo logístico militar, contra la VIII marcha de los habitantes del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) que se dirigían hacia la sede de gobierno con el propósito de hacer oír su voz de protesta por la decisión gubernamental de construir, “les guste o no les guste”, una carretera a través de su territorio.
El aniversario de lo ocurrido ese día no ha pasado desapercibido. Y no es casual que así sea, pues la fecha se ha sumado a la ya nutrida agenda de recordaciones entre los muchos hitos que poco a poco van marcando el curso del proceso político actual que, como todos los procesos históricos, se va abriendo camino a veces por vías insospechadas.
Sin embargo, desde otro punto de vista, también puede considerarse que los hechos de Chaparina han venido a engrosar más bien la muy larga lista de olvidos; la que va creciendo alimentada de acontecimientos que pese a la importancia que en cuanto se producen se les da, poco a poco van diluyéndose en la memoria sin que nadie, excepto la gente más directamente interesada o afectada, los recuerde.
El caso que nos ocupa tiene la peculiaridad de que puede ser interpretado desde ambos puntos de vista. Es decir, como un ejemplo de la facilidad con que se impone el olvido o, por el contrario, como un ejemplo de lo persistentes que pueden llegar a ser en la memoria colectiva algunos hechos cuando por alguna razón dejan de ser sólo parte de la rutina diaria.
Desde el punto de vista estrictamente formal, podría decirse que en el caso de Chaparina lo que tiende a imponerse es el olvido, pues, doce meses después, no se ha avanzado nada para esclarecer cuanto ocurrió ese día y nada permite suponer que durante el futuro inmediato la situación variará. Con notable éxito se han impuesto las presiones para que no se investiguen los hechos, para que no se sepa quién impartió la orden de reprimir a los indígenas o quién puso aviones de la Fuerza Aérea Boliviana a disposición del operativo, entre un sinfín de detalles que causaron un muy hondo impacto en la conciencia de la ciudadanía.
Sin embargo, y precisamente porque este caso tiene características muy peculiares, cuanto ocurre o deja de ocurrir en el plano estrictamente formal, el de los estrados judiciales y los escenarios políticos oficiales, en nada ha disminuido los efectos políticos de los excesos cometidos ese día. Tanto es así que gran parte de las dificultades que el Gobierno aún hoy afronta para llevar a cabo su decisión de construir la carretera a través del Tipnis tienen su origen en esa luctuosa jornada.
Por eso, más allá y a pesar de las formalidades legales, el caso Chaparina deja algunas valiosas lecciones que es bueno siempre recordar. Entre ellas, la más importante, es que, como dice un sabio adagio popular, “nadie puede ser impunemente poderoso”, más aún si ese poder es ejercido en una sociedad que, como la boliviana, ha sabido poner el respeto a los derechos humanos y a la libre expresión de las personas y de los pueblos en un lugar muy privilegiado de su escala de valores.

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