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jueves, 5 de enero de 2012

Walter Zuleta en la tarea impuesta de abrir los ojos ante el brutal atropello del masismo en contra de Bolivia, sus Leyes y Constitución nos descubre los timos de la historia


UNO DE LOS MAS GRANDES TIMOS DE LA HISTORIA

Walter H. Zuleta Roncal
En el análisis crítico de esa variopinta y confusa Constitución Política del Estado Plurinacional –que pretendo intentar- resulta ineludible la alusión, en primer término, al génesis de dicha aberración jurídica, que de forma fraudulenta se apropió del nombre de Asamblea Constituyente, en época en la que se pretendió convencer a la opinión pública y al entorno internacional que el pueblo boliviano exigía nueva Constitución y se apropiaba de los enunciados de “cambio” y “refundación de la República” como respaldo a sus anhelos de mejorar su nivel de vida, que hasta hoy no ha ocurrido.
No es verdad comprobada que “los bolivianos hubiéramos participado en la lucha llevada a cabo para que se convoque a la Asamblea Constituyente”, ya que el término “bolivianos” representa un TODO, la decisión del todo implica unanimidad, en tanto que el apoyo al gobierno y la aceptación a la Asamblea Constituyente mediante referéndum apenas alcanzaron a un 54% y 56% de la población votante en el 2006, porcentajes muy alejados de la imprescindible totalidad.
No es un misterio tampoco que para casos de reforma total o cambio de la C.P.E., o de “refundar el país” como ostentosa e incoherentemente denominan a esta aberración jurídica e histórica los apóstoles del caos y la ignorancia, es imprescindible la voluntad general del pueblo representada en la teoría y la práctica por lo que viene a ser el PODER CONSTITUYENTE que requiere, sino del unánime, por lo menos del 90% de apoyo del pueblo, tal como ha ocurrido en los países del mundo –y también en el nuestro- en la aprobación original de sus Constituciones a partir de 1776
Pienso por tanto que los bolivianos fuimos testigos y víctimas de uno de los más grandes timos de la historia.  Por años las nefandas fuerzas combinadas que, públicamente unas y entre bastidores otras, hoy gobiernan el país, recurrieron a todos los medios para convencer internamente lo mismo que a la opinión internacional que el pueblo boliviano exigía el cambio –no la reforma- de la C.P.E. como método para solucionar problemas de una economía empobrecida y los complementarios de injusticia social y ausencia de desarrollo económico, político y cultural.
Lo malo fue que una mayoría nacional así lo creyó y muy pocos políticos y profesionales del Derecho se atrevieron a expresar una verdad irrebatible: que el cambio de la Carta Magna de modo alguno soluciona los problemas de la Patria, aunque sí el simple deseo de perpetuarse en el poder que tienen sus propiciadores, como lo demuestra a lo largo de nuestra historia la aprobación de 17 Constituciones, -se dice que ahora ya son 18-  junto a más de 80.000 disposiciones legales entre leyes, decretos supremos y resoluciones supremas, casi todas repetidas, incoherentes,  pero sobre todo inaplicadas, lo que ha llevado a muchos pensadores a afirmar que los bolivianos tenemos el prurito de endilgar todos nuestros males a las leyes, sin tomar en cuenta que en su respectiva oportunidad, no las conocimos y mucho menos las respetamos y cumplimos.
Hasta hoy nadie y mucho menos el artífice aparente de este descalabro jurídico, el presidente Morales Ayma,  ha explicado técnicamente dónde se encontraba lo perjudicial de la C.P.E. vigente desde 1967 con modificaciones legítimas de 1995, ni cuál de sus partes, secciones, capítulos o artículos determinaban la ausencia de igualdad, justicia y equidad o el atraso económico, social y cultural de nuestro pueblo.
Tampoco nadie ha dicho que aplicando la lógica pura es imposible que la población desperdigada en el agro, lejos de los conglomerados sociales urbanos haya pretendido o exigido el cambio de una Constitución que no alcanzó a conocer plenamente.
Las “reformas constitucionales” del 2004 lo mismo que la Ley de Convocatoria del 2006 merecen trato aparte, no sólo por el análisis simple de la inconstitucionalidad de ambas y que increíblemente no impugnaron en su tiempo políticos, abogados y parlamentarios,  permitiendo que el Poder Legislativo transfiriera inconstitucionalmente  a otras personas,  en solo una gestión parlamentaria, su potestad de modificar o reformar la C.P.E.,  sino también por la actitud poco ética y cobarde del Presidente de la República que incumplió su juramento de hacer respetar la Constitución, sometiéndose a las arbitrariedades de un partido político con circunstancial apoyo  popular, que en condiciones de seguridad jurídica, o en otro país, seguramente habrían determinado un contundente juicio de responsabilidad motivado en el incumplimiento de deberes constitucionales o por traición a la Patria.
Hay que reconocer que la Asamblea Constituyente nació muerta y que su producto,  la C.P.E. del 2009 de costo tan elevado para la economía nacional, no tendrá más larga vigencia que aquel término que logre mantener el presidente Morales Ayma, para continuar gobernando despótica y abusivamente en un país donde la política es siempre cambiante y los términos políticos se acortan cada vez.
Nos queda a los bolivianos adoptar simplemente una actitud de unidad nacional para evitar que el fraude o timo referido sea repetido o imitado, pues con vergüenza se ha comprobado que el hato denominado Asamblea Constituyente  no ha podido asumir y ni siquiera entender la conformación de ese maravilloso “encuadramiento jurídico del fenómeno político” de que nos habla Maurice Hauriou al referirse a la Constitución.
Washington, enero del 2012





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