Los regímenes autoritarios con pretensión vitalicia -esos que están de moda en América Latina- tienen su principal argumento de sustentación en su carácter plebiscitario. Mientras se ganen elecciones, es decir, mientras se pueda afirmar un carácter mayoritario, todo es posible, todo es permisible, todo es legítimo. El entierro de las instituciones democráticas es seguido por una procesión popular.
¿Y si se pierden las elecciones? El militar venezolano nos ofrece la respuesta: “ La Fuerza Armada Nacional no lo aceptaría. La hipótesis de un “gobierno de oposición” -concepto que seguramente se enseña en alguna academia militar- es difícil. Sería vender al país. Eso no lo va a aceptar la gente, la Fuerza Armada no”. Y sigue: “En caso de un hipotético gobierno de la oposición (sic) habría una reacción tanto de los uniformados como del pueblo”. El autor del desnudo es el general Henry Rangel Silva, jefe del Comando Estratégico Operacional del Alto Mando militar de Venezuela. Que quede claro que no es el tambor del regimiento.
Aclaro que Chávez, en persona, hace suya la posibilidad de un golpe de estado o de una resistencia militar ante un triunfo de la oposición, no rectifica a Rangel: ¡lo asciende!
Es bueno que los dictadores -o aspirantes a ello- se quiten la careta. Y es bueno porque esos regímenes han estado acompañados por gobiernos democráticos que les han servido de comparsa en el baile de máscaras. Los proyectos totalitarios latinoamericanos, a partir de su base mayoritaria, han contado con un beneplácito internacional asombrosamente grande. Y todas las instituciones internacionales, organismos, gobiernos, han brincado como tocados por descarga eléctrica cuando alguien intentó amenazar a Chávez, a Evo, a Correa. ¿Quién ha dicho algo ante una declaración oficialmente golpista respaldada por el propio Chávez?
Los mantos de silencio son mantos protectores de los proyectos y de los regímenes autoritarios. Durante años, Europa y buena parte del mundo decidieron optar por el silencio sobre la verdad de Cuba. Tuvo que aparecer -más bien desaparecer- un Orlando Zapata para que se pudiera ver de nuevo la realidad. Entre tanto, Cuba seguía su política de represión interna, de silencio sobre su propio fracaso y de exportación de sus cuadros especializados a los países amigos. Fue notable el “préstamo” de Ramiro Valdés “Ramirito”, uno de sus mayores especialistas en represión, enviado a Venezuela para asesorar en casos de emergencia… ¡Y a ver quién es el inocente que piense que ha sido la única exportación “revolucionaria” y que sólo ha sido a Venezuela!
No conozco ninguna declaración de las grandes instituciones “defensoras de la democracia” que se hubiera pronunciado sobre el proceso de sometimiento institucional de los poderes en Bolivia. ¿Será que nada de eso atenta contra la democracia? “Es que se trata de la voluntad mayoritaria”, es la respuesta mágica. Es la gran patraña, la mayor de las mentiras porque cuando pierden una mayoría persiguen al ganador. Es obvio que con una justicia sometida, con un ministerio público obediente, no cuesta nada iniciar procesos a los ganadores de la oposición. La lista de alcaldes y autoridades de oposición procesadas es cada vez mayor: ¿dónde quedó esa historia de que la mayoría manda?
Si esa hipotética pérdida de mayoría se hace nacional, ¿opinará algún importante militar boliviano como su colega de Venezuela? Supongo que algo dirán las nuevas Fuerzas Armadas, porque si no, ¿para qué tanta proclamación de “socialistas, antiimperialistas y anticapitalistas”?
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