E l eufemismo burocrático los identifica como niños “en situación de calle”. Son menores que literalmente viven en la calle, abandonados, explotados, abusados y víctimas de la violencia callejera. Hay niños empujados por sus padres a trabajar en las calles, pidiendo limosna con juegos interminables en las esquinas de las avenidas de nuestras ciudades, pero que después regresan a sus hogares, en general, humildes, determinados por la pobreza. Y están los menores que no tienen otra casa más que el cemento, los puentes y los canales que cruzan las urbes bolivianas. Allí se ganan la vida con monedas que llegan con cuentagotas.
Son las víctimas de un sistema perverso que se sustenta en la exclusión social con graves consecuencias para uno de los sectores más vulnerables y frágiles de la sociedad. No pocos son hijos de migrantes o de trabajadores en situación de extrema pobreza.
Un revelador informe publicado por EL DEBER muestra que, además, son niños asfixiados por las drogas y la violencia. La Gobernación de Santa Cruz registró a 500 niños y adolescentes disgregados en 18 zonas de la ciudad que enfrentan esta gravísima situación.
La realidad es que las autoridades nacionales, departamentales y locales hacen poco para atender a este grupo social de alto riesgo. Las iniciativas son tímidas e insuficientes. En el fondo del problema está la desigualdad social que enfrenta Bolivia como sociedad. Si bien los índices de pobreza se han reducido lentamente en la última década gracias a las políticas sociales, lo cierto es que la mayoría de los bolivianos enfrenta el problema de la pobreza y la informalidad, que lleva a la falta de trabajo y la marginación.
Cómo tratamos a los niños en Bolivia es un reflejo de cómo somos como sociedad. Por eso, cualquier extranjero no deja de sorprenderse cuando en las calles se ve niños directamente abandonados a su suerte, enfrentando situaciones de extrema peligrosidad, situación que no pasa en otras latitudes. La prioridad deben ser los niños, porque ellos son el futuro de un país. Vivienda, alimentación, educación, salud y contención familiar son los bienes más preciados que tienen que recibir todos los niños de un país.
Si hay niños abandonados es porque hay una sociedad que los abandona, unos padres que los dejan en el camino y unas autoridades que no impulsan políticas sostenibles concretas para que esto no ocurra
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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