Casi llegué a creer que estábamos en camino y se cumpliría la baladronada de que en 20 años de gobierno de Evo Morales llegaríamos al nivel del diamante neutral europeo. Parecía Suiza, tan limpia, plena de bandejas floridas y bien señalizada estaba la avenida en que transité el otro día, hasta que derivé a otra de basureros rebalsando, pavimento deteriorado, rayas despintadas y maleza descuidada. El contraste obedecía a que la vía impecable era una de carros raudos, sirenas aullando y policías relucientes, de los cancilleres asistentes a la Conferencia de la OEA, embellecida a rajatabla para la ocasión. Tampoco fue helvética la malcriadez de una chaparra, a la que hay que perdonar todo porque es de pollera, que al pie del avión hizo agachar a una espigada delegada canadiense, y le restregó mixtura en el peinado que tal vez costó horas acicalar. Quizá por esas curiosas costumbres no vino Hillary Clinton.
Basta releer titulares de días antes, durante, y días después de la IX Conferencia de la OEA, para constatar que el presente régimen es un Gobierno de apariencias.
Suave descanso en el agitado mar de revueltas sociales fue ir de la huelga de los médicos a las amenazas y alambradas que obstruían a los marchistas del Tipnis. Luego vino el vendaval de operativos contra las factorías de cocaína, convenientes para jaquear la imagen de narco-Estado del Gobierno. Apariencias. Preguntas en el tintero: ¿cuántos presos en las ofensivas contra el narcotráfico en vísperas de la conferencia de la OEA?; ¿cuántos cocaleros hay entre rejas por sembrar coca o fabricar cocaína en el Tipnis y otros parques y reservas naturales?; ¿cuántos afiliados a federaciones que preside Evo Morales hay convictos por colocar trampas caza-bobos en cocales ilegales?
Ni hablar del tira y afloja con Chile respecto a la demanda marítima boliviana. Daban pena esos marineritos de blanco, con su gorra pregonando una “Armada” que quizá tiene un par de lanchas artilladas, y centenares de navíos de altamar flameando la tricolor en sabe Dios qué trajines. Apariencias. Suficiente fue un lobby chileno de café y telefonazos, para desinflar la pretensión de replicar la declaración de 1979. El chileno mandamás de la OEA se lavó las manos al reafirmar la bilateralidad del entuerto marítimo —la posición mapochina— declarando que el organismo interamericano apoyaría cualquier arreglo entre nuestro país y su cancerbero. Bolivia retiró el tema. Apariencias. Quizá tuvo razón al tildarnos de cavernarios en el pasado, al ver la comparsa de chamanes y sacerdotisas, con buqué de coca y copal, inaugurando el evento en Tiquipaya; luego se sacarían los disfraces y revelarían atuendo de ropa usada yanqui. Apariencias. La única ridiculez que le faltó al canciller boliviano, fue proclamar que la OEA le robó la victoria diplomática al país, imitando al entrenador de la selección boliviana, quien acusó a los árbitros de robar el partido de fútbol que se perdió dos a cero ante Chile en La Paz.
Quizá para desviar la atención se puso en tapete el tema de la soberanía alimentaria, ejemplo de apariencias. ¿Puede hablar de autonomía nutricional un país de chatos de moteada faz por la desnutrición? Si en 1952 vivimos de regalos de mantequilla y queso gringos, ¿no es menos cierto que los donativos de la también gringa PL 480 hasta hace poco financiaban el desarrollo del agro? Hoy han sido reemplazados por compras de harina agorgojada y azúcar de segunda importada de Argentina; a ello se suma el contrabando de frutas chilenas regadas con agua del río Lauca y hortalizas peruanas quizá irrigadas por el desviado río Maule. A matuteros del altiplano, bagalleros de Yacuiba, contrabandistas de Santa Cruz, ¿les importa un bledo la apariencia de dignidad parloteada por el “Gobierno del cambio”?
Marear la perdiz fue la disyuntiva que Evo Morales propuso a la OEA: “muere al servicio del imperio o renace para servir a los pueblos de América”. Ni con el refuerzo del Presidente ecuatoriano, que secundó la refundación del organismo interamericano, se crearon olas de apoyo, salvo en los países de la ALBA, en los que quizá pesa mucho el petróleo venezolano subsidiado. Brasil sustenta su intención hegemónica, quizá apoyada por el mismo Estados Unidos, elefante cansado de ladridos de chihuahuas bolivarianos, teniendo peces más grandes que poner en la sartén. ¿Que se marchó la delegada estadounidense porque el blablá de Correa fue más largo que lo acordado en el protocolo? No, hombre. Se cansó de la cháchara de destruir para rehacer, cuando proposiciones moderadas hubiesen tenido mayor eco.
La arremetida del Presidente ecuatoriano contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la prensa, en realidad ataca la vigencia de los derechos humanos y la libertad de expresión. Claro, si uno y otra son atropellados en sus dominios. Basten presos sin juicio y exiliados bolivianos para muestra. ¿No fue la prensa la que apuntó a manejos sospechosos en Ecuador?
La transparencia se impone a las apariencias. Aunque intenten ponerle un poncho tarabuqueño a la corrupción, con apariencias que la propaganda insufla en pueblos tan inermes a la demagogia, como fueron los indígenas a la gripe traída por los europeos.
Tal se sospecha al constatar que Bolivia ha retrocedido 18 lugares en el ranking de Transparencia Internacional. En la compañía de Venezuela (la más corrupta), Nicaragua y Ecuador, ratones que siguen al Flautista de Sabaneta, Hugo Chávez.
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