Mientras bajo un clima de inflamadas tensiones se reinstalaban las negociaciones con representantes de unidades policiales amotinadas a lo largo y ancho del país en demanda de mejoras a sus salarios de hambre, el fantasma de un ‘golpe de Estado’ atribuido a “minúsculos grupos opositores de derecha y a algunos malos policías” parecía responder, por lo descabellado, a un elevado cuadro febril de altos funcionarios de Gobierno. A un repetido embuste oficial antes que a una correcta, cabal y serena interpretación de los hechos que evitara su distorsión avivando las llamas del conflicto, en vez de procurar su pronta y necesaria solución en medio de un creciente y general desasosiego.
Sin un sólido sustento y sin provocar mayor sorpresa en los cada vez más amplios niveles ciudadanos conscientes de la realidad nacional, desde las principales esferas gubernamentales se ha hecho referencia a intentos golpistas y afanes desestabilizadores camuflados en la protesta policial.
De acuerdo con las versiones manejadas por el vicepresidente Álvaro García Linera y coincidentes con las del propio jefe de Estado, los aparatos de Inteligencia estatal, tras intervenir comunicaciones de las centrales de radio de la Policía, habrían detectado un ‘plan’ para eliminar al ministro de Gobierno y provocar enfrentamientos con los “plomos” de las Fuerzas Armadas. Según García Linera, se trata de la puesta en marcha de una ‘segunda etapa’ del cacareado ‘proceso golpista’. Habrá que imaginar que una primera intentona desestabilizadora del Gobierno de Evo Morales se desveló con el enigmático caso Rózsa impulsando unos supuestos afanes terroristas y separatistas. O de repente en aquel frustrado ‘magnicidio’ en Santa Cruz de la Sierra, atribuido a dos jóvenes cazadores armados de una vieja carabina reconstruida.
Entretanto, ha quedado sin explicación oficial la intensa convocatoria pública, a través de los medios de comunicación del Gobierno, a los ‘movimientos sociales’ para salir a las calles en defensa del ‘proceso de cambio’ y la existencia de armamento diverso y municiones en un vehículo particular estacionado en el patio de la Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP), al momento de ocurrir la toma de ese edificio por los subalternos amotinados en la ciudad de La Paz.
Es de esperar que cuando bajen las aguas del conflicto policial que, desde sus orígenes, fue minimizado desaprensivamente por el Gobierno, la ciudadanía reciba también, sin demora y en detalle, las explicaciones sobre las denuncias propaladas acerca de la “gestación de la segunda fase de un proceso golpista” en el país, incluyendo la identificación plena de sus responsables que, de acuerdo con la suma hecha por el vicepresidente del Estado, bien contados, no suman más de media docena… Le hará mucho bien a la manoseada democracia boliviana saber quiénes y por qué, irresponsablemente, están jugando con fuego.
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