Que los policías tuvieran que aceptar que se les pague en harina o azúcar, en lugar de recibir en efectivo, desnudó la realidad de las finanzas públicas cuando, paradójicamente, los ingresos por exportaciones se han multiplicado por cinco y la deuda pública se ha disparado.
Los representantes de los policías estaban extrañados de que el ministro de Economía y Finanzas, Luis Arce Catacora, que difunde frecuentes mensajes de propaganda sobre la gestión económica, se apareciera sin ofertas para las exigencias salariales.
tanta marcha y contramarcha y recibir migajas? |
Un Gobierno que habla de miles de millones de dólares logrados, únicamente gracias a que los precios de las materias primas se dispararon, y que ha asumido volúmenes de deuda pública jamás vistos en la historia, podría haber llevado ofertas dignas de su propaganda.
La negociación se produjo cuando una estadística difundida por Unasur reveló que Bolivia es uno de los países que más recursos destina a la seguridad, lo que vino a despertar la sospecha de que esos recursos no llegan a la Policía, sino solamente a las Fuerzas Armadas.
Cuando el país está invadido por mafias internacionales, como lo dijo la ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, María Ángela Holguín, en la reunión de Tiquipaya, los mayores esfuerzos –y recursos– del Estado deberían estar dirigidos a reforzar a la Policía, pensando en la seguridad ciudadana.
Pero las tristes escenas de la negociación entre Gobierno y policías desvelaron que las preferencias del gasto en el rubro seguridad no están dirigidas precisamente a crear condiciones para mejorar las garantías para la seguridad de la ciudadanía.
Después de este espectáculo en que los policías debieron aceptar que se les pague en mercadería cuando ellos esperaban que se les nivelara los salarios con los miembros de las FFAA, quedan muchas dudas en el país.
Esto obliga a las autoridades del área económica a dar una buena explicación al país sobre el estado de las finanzas públicas. Se sabe que el gasto público se ha disparado mucho más alto que los ingresos provocados por los altos precios de las materias primas de exportación.
¿Cuántos son los nuevos empleados públicos que componen las abultadas planillas? ¿Con qué criterio se priorizan las asignaciones del gasto público? ¿No sería conveniente poner en primer lugar las urgencias de la seguridad interna?
¿Cuando se acaben las bolsas de harina y azúcar, cómo se les pagará a los policías? ¿Se ha pensado en otros productos? ¿Quizá acudir a los bienes incautados por la aduana? ¿A qué otros empleados públicos se les pagará en especie?
Aparte de toda la propaganda sobre la situación económica, propaganda que ha sido desmentida por la miserable negociación con la Policía, sería conveniente que el Gobierno hiciera una exposición sincera, sobre todo ahora que hay negros nubarrones de crisis del otro lado de las fronteras.