¿La Bolivia de hoy tiene rostro estructural diferente a la Bolivia de ayer?
Si analizamos el sistema o régimen económico que actualmente rige en el país, colegimos que, en lo esencial, el “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional y Comunitario”, a pesar de tan pomposo marbete, sigue con los pies bien puestos en la ‘economía de mercado’.
La banca, el comercio, la agropecuaria, la construcción y casi todos los sectores industriales se hallan en manos privadas, igual que antes. Varias empresas multinacionales continúan operando en Bolivia (hidrocarburos), aunque presas de una incertidumbre que les induce a restringir al máximo sus inversiones.
Seguimos con las plantas bien puestas en la economía de mercado, pero también en ese aún incipiente capitalismo estatal que el actual Gobierno hizo recaer en ciertas empresas de servicios y producción (Entel, por ejemplo) a través de las respectivas ‘nacionalizaciones’.
En el orden económico (y también político) lo ‘social comunitario’ es solo para pueblos indígenas que aún viven ajustados a usos y costumbres. Aludimos a los menos, porque los más de este sector de la demografía nacional ya emigraron a las ciudades, donde pasarán a ser ‘urbanos’, cultural y lingüísticamente hablando.
Actualmente no faltan quienes cuestionan al Gobierno porque su ‘proceso de cambio’ no sea tal, puesto que no rompió el esquema neoliberal heredado de gobiernos anteriores. Parece que tales críticos creen que esa ruptura es posible de la noche a la mañana, con solo estruendos de retórica revolucionaria y ofrendas a la Pachamama.
Ilusa tan alucinante pretensión. Actualmente, la economía de mercado, políticamente regida desde el centro o con leves inclinaciones a la derecha o la izquierda, rige a escala universal. Así lo impone una globalización a cuyos efectos no puede escapar país alguno que busque ganar y no perder terreno en el mercado regional y mundial.
Sobre todo países pobres como Bolivia, que viven de exportaciones básicas, son totalmente incapaces de ensayar un modelo propio y antípoda a la economía de mercado. Si lo hacen, simple y llanamente, van al despeñadero.
Así que las tercas y duras realidades de la actual modernidad, desde un mercado internacional en el que los países compiten por réditos y no por predominios ideológico-políticos, reatan a Bolivia a seguir ajustándose a parámetros de economía de mercado. ¿Con cierto desplazamiento hacia la izquierda y parcelamientos social-comunitarios? Estas particularidades no cambian para nada el esquema, que en lo esencial sigue y seguirá siendo el mismo de antes.
Si analizamos el sistema o régimen económico que actualmente rige en el país, colegimos que, en lo esencial, el “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional y Comunitario”, a pesar de tan pomposo marbete, sigue con los pies bien puestos en la ‘economía de mercado’.
La banca, el comercio, la agropecuaria, la construcción y casi todos los sectores industriales se hallan en manos privadas, igual que antes. Varias empresas multinacionales continúan operando en Bolivia (hidrocarburos), aunque presas de una incertidumbre que les induce a restringir al máximo sus inversiones.
Seguimos con las plantas bien puestas en la economía de mercado, pero también en ese aún incipiente capitalismo estatal que el actual Gobierno hizo recaer en ciertas empresas de servicios y producción (Entel, por ejemplo) a través de las respectivas ‘nacionalizaciones’.
En el orden económico (y también político) lo ‘social comunitario’ es solo para pueblos indígenas que aún viven ajustados a usos y costumbres. Aludimos a los menos, porque los más de este sector de la demografía nacional ya emigraron a las ciudades, donde pasarán a ser ‘urbanos’, cultural y lingüísticamente hablando.
Actualmente no faltan quienes cuestionan al Gobierno porque su ‘proceso de cambio’ no sea tal, puesto que no rompió el esquema neoliberal heredado de gobiernos anteriores. Parece que tales críticos creen que esa ruptura es posible de la noche a la mañana, con solo estruendos de retórica revolucionaria y ofrendas a la Pachamama.
Ilusa tan alucinante pretensión. Actualmente, la economía de mercado, políticamente regida desde el centro o con leves inclinaciones a la derecha o la izquierda, rige a escala universal. Así lo impone una globalización a cuyos efectos no puede escapar país alguno que busque ganar y no perder terreno en el mercado regional y mundial.
Sobre todo países pobres como Bolivia, que viven de exportaciones básicas, son totalmente incapaces de ensayar un modelo propio y antípoda a la economía de mercado. Si lo hacen, simple y llanamente, van al despeñadero.
Así que las tercas y duras realidades de la actual modernidad, desde un mercado internacional en el que los países compiten por réditos y no por predominios ideológico-políticos, reatan a Bolivia a seguir ajustándose a parámetros de economía de mercado. ¿Con cierto desplazamiento hacia la izquierda y parcelamientos social-comunitarios? Estas particularidades no cambian para nada el esquema, que en lo esencial sigue y seguirá siendo el mismo de antes.
* Abogado y periodista
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