Me dicen que los medios de prensa —especialmente los escritos de mayor circulación— se equivocan al denunciar los errores o los hechos de corrupción que se producen en el Gobierno del Estado Plurinacional. Quien me daba esta opinión debería reconocer que esos medios de comunicación independientes representan legítimamente a un sector muy respetable de la opinión pública mejor preparada por su experiencia de vida, así como por otras cualidades, cualquiera sea su condición económica y social.
Lo que sí es cierto es que los comentaristas más serios y ponderados no abundan en incensadas y, muchísimo menos, en untuosas adulaciones al gobierno masista. Así como tampoco sobreestiman a una oposición, hasta ahora, flacuchenta, desorejada y dispersa. La pena es que el Gobierno, a su turno, desdeña esos comentarios independientes. Y no sólo esto sino que, tanto el Sr. Presidente como su Vice y, todavía más, su Ministro de Gobierno, se explayan injustamente contra la gente de prensa independiente. Creo que los tiempos han cambiado y ya no están para que el Gobierno se enorgullezca por haber ganado unas segundas elecciones presidenciales y que todavía aspire a perpetuarse en el poder, gracias a una prensa subordinada, obsecuente y adormilada por el sopor de las prebendas, por ejemplo, unos buenos kilos de azúcar. Para el Gobierno, ésta es una forma de autoenceguecimiento y de corrupción.
Hecha esta somera introducción, hay que dejar establecido que los periodistas independientes no tienen la culpa de que el gobierno masista haya descuidado la política agraria, de haber boicoteado la agroindustria cruceña, abandonado a sus tradiciones milenarias a los campesinos originarios, de no haber desarrollado la pequeña industria, de que no se hayan concretado las fabulosas promesas de explotación del litio o del uranio. Los periodistas no son culpables de que se haya ahuyentado la inversión extranjera por falta de seguridad jurídica, y de que los cocaleros sigan depredando el suelo y arrasando los parques nacionales. Los periodistas no son culpables de los muertos en carreteras y caminos a causa del caótico y corrupto transporte público y el mal estado de los caminos. A los periodistas no se les puede achacar falta de patriotismo por los deficientes resultados de la política internacional, en particular, con EEUU y Chile.
No creo que se pueda acusar a los informadores y columnistas, de la politización de la justicia ni de la criminalización de la política. Y, a pesar de que conozco las habilidades de muchos periodistas-comunicadores, no se les puede culpar de haber montado el sanguinario culebrón del seudoterrorismo contra supuestos independentistas cruceños. Mentiría quien dijera que los periodistas han tejido la maraña de irregularidades constitucionales y reglamentarias para que asciendan a generales del Ejército nacional, los menos calificados y se degüelle la carrera a los coroneles con mejor puntaje.
Pues bien, yo retruco a ésas y otras muchas falsas acusaciones y sostengo, junto con todo el gremio de los informadores y columnistas independientes que, gracias a sus observaciones sobre los fallos del gobierno, de cualquier gobierno, las autoridades que se encaramaron en el candelero oficial, puedan corregir errores. Salvo que esos gobernantes sean unos empedernidos obstinados.
José Gramunt
es sacerdote jesuita y director de ANF.
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