Aparentemente el fin se acerca para Muammar Kadafi y su revolución verde. Sin prensa internacional de testigo, con comunicaciones difíciles, Internet bloqueada, la revuelta para derrocar al régimen avanza con inusitada rapidez y en medio de una “masacre”, según las información fragmentada que llega. La “primavera árabe” progresa, sangrienta pero irrefrenable. Parte de los militares libios se están plegando a los rebeldes. Kadafi habría perdido el control de ciertas bases militares y se habría retirado a su pueblo natal, aunque dos de las tribus que siempre le fueron fieles se han plegado a los rebeldes.
El contagio de la revolución de las Jazmines en Túnez y la revuelta egipcia se extiende como una epidemia por Oriente Medio y no perdona a ningún autócrata, ni siquiera al dictador de un gran productor de petróleo como Libia. La fuerza y velocidad del movimiento es mucho más fuerte que la voluntad política de la Unión Europea, cautiva de los suministros del oro negro libio y con moderada condena, a pesar de las “masacres” denunciadas por los opositores durante la represión liderada por los dos hijos de Kadafi.
El alza del precio del petróleo y un descontrol de suministros aterroriza a Europa y a Estados Unidos frente a un Kadafi impredecible, sobre el que nadie puede ejercer la más mínima influencia porque sus alianzas son frágiles e interesadas.
Los ojos de la UE ya no están en Libia –una causa perdida– sino en Arabia Saudita, que puede ser el próximo en estallar. Si la inestabilidad continua, el mercado petrolero podría subir otros 10 dólares en el más corto plazo.
Kadafi amenazó a la Unión Europea con frenar el control de la inmigración ilegal si Europa sigue promoviendo la revuelta en su territorio. La sola idea y una mayor invasión de ilegales sobre la isla italiana de Lampedusa aterroriza a los líderes europeos, que han duplicado las patrullas en el Mediterráneo.
Mikhail Gorbachov, el ex líder soviético, comparó la revuelta en espiral en Medio Oriente con la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética. Para él es inexorable y necesaria. “Lo mismo está pasando ahora en Oriente Medio. La genteestá protestando porque quiere vivir en mejores condiciones ”, explicó.
La guerra civil y el caos fueron blandidos como una amenaza por Saif al Islam Kadafi, hijo del dictador y con un PHD de la London School of Economics. Para intimar a los que protestan, predijo caos y una invasión norteamericana y europea para asegurar las exportaciones de petróleo. El nivel de violencia de Kadafi no es una sorpresa. En 1996, la rebelión en la prisión de los prisioneros de Abu Salim le costó la vida a 1.200 presos.
Si bien los militares libios son asimilados al régimen al igual que sus fuerzas de seguridad, la brutal represión de los civiles con helicópteros y misiles azoró a sus miembros, Muchos se han pasado a las filas de los rebeldes y dos tribus que siempre han apoyado la revolución exigen el fin de la represión inmediata o cortarán los suministros petroleros en el oeste del país. Los militares se han fracturado, no solo ante la violencia sino por adhesión tribal.
Como en Egipto, es probable que el ejército sea la garantía de una transición, más tarde o más temprano, en un país sin organización democrática después de 42 años de dictadura. Kadafi ha prometido pelear hasta la última bala. Probablemente morirán peleando, pero todo parece demasiado tarde para salvar al excéntrico y salvaje dictador.
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