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lunes, 6 de mayo de 2013

Mario Rueda Peña afirma que "jamás se refundó Bolivia", la del 1825 continúa siendo la misma sin que los cambios de barniz la hubiesen llevado al cementerio de la historia. lo que cambian son los operadores que van y vienen.


En Bolivia, desde 1825 hasta hoy, la historia no registra episodio alguno de ‘refundación del Estado’. Nunca alcanzaron este rango los sucesivos cambios en los escenarios del poder político ni las reformas constitucionales o nuevas cartas magnas. Tampoco pudieron hacerlo los reajustes de los operadores de aquel espacio en la estructura del poder económico. Nuestro país jamás se trasmutó en un Estado de nominación, soberanía territorial y jurídica diferente a las que siempre tuvo. 
Durante tiempo predominaron el tongo, la levita y las insignias militares en el vestuario del poder político. A causa de la rivalidad que les provocaba una aguda contradicción de intereses económicos, a los criollos herederos de un poder colonial con base en el gran latifundio y la minería no les quedaba otra que apostar a los bandos militares.
 Apelaron a esta alternativa, sobre todo de 1848 a 1864, periodo en el que Belzu, Achá y Melgarejo dejaron improntas execrables.
El ciclo castrense fue cerrado por el Partido Conservador, que rigió el país de 1884 a 1899. Le sucedió el Partido Liberal, que se mantuvo en el poder hasta 1920. El 9 de abril de 1952, con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), se inició la etapa nacionalista-revolucionaria. 
En todos los señalados interregnos políticos se sancionaron y promulgaron reformas totales o parciales a la Constitución, ajustadas a diseños ideológicos y políticos de moda. El MNR hizo la Reforma Agraria para liquidar el latifundio e instituyó el voto universal para la expansión de la soberanía popular a las masas indígeno-campesinas. Estos fueron solo cambios, por cierto medulares, que de modo alguno ‘refundaban’ el Estado nacional.
Los Estados soberanos solo padecen mutaciones estructurales y superestructurales (cambios institucionales y de políticas económico-sociales), pero sin que por ello expiren para dar paso a uno nuevo que les encamine al cementerio de la historia. La Bolivia de los días que vivimos sigue siendo Bolivia, aunque con otro ropaje institucional y nuevos operadores del poder político. No fue refundada

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