Seguramente que el presidente Evo Morales sufrió mucho durante su infancia y juventud. A los que él llama “k´aras” debieron hacerle un gran daño psicológico, al extremo que le ha quedado un resentimiento enorme metido en las entrañas que expulsa cuando habla. Pensábamos que S.E. nos mentía cuando decía que a su madre no la dejaban caminar por las veredas en las calles de Oruro, ni menos entrar en la plaza de la ciudad. Ahora estamos empezando a creerle. Tal vez la crueldad ha sido de tan enormes dimensiones que malograron al adolescente de entonces, Presidente de hoy.
Reflexiono así porque sólo un resentimiento muy grande puede llevar a una persona a tanto deseo de venganza, de ultraje al adversario. En la política boliviana nos hemos encontrado con presidentes torpes y atrabiliarios, mandones y crueles, tanto civiles como militares, que cometieron verdaderas tropelías. Pero, que recordemos, estos personajes no usaron la venganza como una forma permanente de hacer política, no se estableció la venganza como método de gobierno.
Desde que asumieron el poder, S.E. y los masistas que lo siguen, quieren vengarse. En primer lugar, de unos fantasmas, los conquistadores españoles, cuyos huesos se convirtieron en polvo hace siglos, y que proporcionaron la parte más importante de la sangre que llevamos hoy. En vista de que esos temerarios soldados dejaron sus osamentas desparramadas por todos los lugares de la tierra americana y no hay forma de profanarlas, los “originarios” aimaras y quechuas, quieren vengarse con sus descendientes, con sus recontra tataranietos que nacimos, vivimos y somos parte de las raíces de Bolivia, guste o no. Pero, es que, además, no sólo somos recontra tataranietos de aquellos hombres de espada, coraza, y caballo, sino, como criollos, también lo somos de sus mujeres nativas, indias, la mayoría violadas seguramente.
Pues bien, S.E. tiene ansias de venganza con los descendientes de los conquistadores, pero, además, con la Iglesia Católica. ¿Por qué la Iglesia? ¿Porque los curas llegaron al lado de los soldados españoles? Sí, pero no del todo. Desean vengarse de la Iglesia actual, porque los ha obstruido en muchas de sus correrías. ¿No es una venganza tonta quitarle el pasaporte diplomático al Cardenal? ¿O anunciar que la Iglesia pagará impuestos como si fuera una evasora fiscal? ¿Qué quieren significar con eso? ¿Un desquite por las homilías del cardenal Terrazas? ¿Una respuesta contra las verdades de monseñor Solari? ¿Rabia por los reparos de la Iglesia a la ley educativa y a otras leyes descabelladas? ¿Quién lo puede saber? Nadie. Lo que sucede es que existe este desgraciado resentimiento que lleva a la venganza como método y sistema de gobierno.
Estados Unidos – nada menos que la primera potencia del mundo – es objeto de la venganza boliviana. ¡Es para reírse si no fuera trágico! Y se trata de venganza pura y dura. Porque el odio acumulado contra el “imperialismo” nada tiene que ver con el marxismo, ni con Castro o Chávez, ni con el exterminio de apaches, pero sí con las plantaciones de coca en el Chapare. S.E. detesta a los norteamericanos y quiere vengarse de ellos porque durante años fueron un incordio contra la producción de coca. Esa es la razón fundamental. Los gringos apoyaban las políticas antidrogas de algunos gobiernos bolivianos anteriores, que también hoy, con el mote de neoliberales, son embestidos por la venganza masista.
La cibernética, que nos facilita muchas cosas en estos tiempos, recoge de Napoleón: “En política hay que sanar los males, jamás vengarlos”. “Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas”, afirma, como si viviera en nuestro país, Bacon. Y la definición que me gusta más, expresada por el emperador Marco Aurelio, la que debemos aplicar en la Bolivia post-Morales: “El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele”.
Lo de la venganza como método no es ninguna simpleza, si vemos la furia con la que ha caído el Gobierno sobre los ex presidentes a los que no deja ni respirar; la iracundia contra Mario Cossío que, llegando a extremos intolerables, lo ha derrocado con un abierto y cínico golpe de estado; y sobre Leopoldo Fernández, Rubén Costas y Ernesto Suárez, por haber convocado a elecciones autonómicas cuando S.E. abominaba públicamente, como una peste, las autonomías. Y sobre el empresario de AeroSur, Humberto Roca por no doblegarse y reclamar reglas claras; y así suma y sigue con el alcalde paceño a quien S.E. le enrostra su error de haber sido su aliado, y hasta contra la esposa de un ex comandante militar y ex director de aduanas que osó discutir con el entorno palaciego.
Gobernar en base al resentimiento y la venganza tiene tal gravedad que esa política nos está dividiendo a todos. Requiere de ciertas cosas: para vengarse hay que tener poder; y no hay que mostrar la venganza al pueblo abiertamente porque es odiosa. Entonces se debe encontrar los medios más apropiados, aquellos de los que no brota sangre, aunque sí terror. Para eso hay que tener con mano firme leyes apropiadas y los alcahuetes que las ejecuten.