Bolivia-Venezuela: 2003-2017



Ayer sumaban 29 los muertos en las revueltas de Venezuela, donde se incrementa el clamor popular para que el presidente Nicolás Maduro convoque a elecciones generales y se pueda superar la crisis política que atraviesa el país y que amenaza con derivar en una crisis humanitaria de la gravedad de las que suelen sufrir las naciones subsaharianas.

Por las características de la situación, a los bolivianos nos recuerda lo ocurrido en octubre de 2003, cuando el levantamiento de diversos sectores sociales terminó con el mandato del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Es curioso que los mismos actores que hace 13 años reclamaban el cambio, hoy salgan a defender la continuidad de un régimen que está matando a su pueblo...de hambre y a balazos.

Pese a las semejanzas entre ambas realidades, las demandas de octubre lucen como una frivolidad en comparación con las quejas de los venezolanos. Recordemos que en el 2003 Bolivia comenzaba a visualizar el auge económico producto de los años de expansión económica “neoliberal”, del incremento de las inversiones extranjeras, de la vilipendiada capitalización y de la reactivación que surgió tras el largo periodo de cinturones ajustados que nos obligó a vivir el derroche de las dictaduras y posteriormente el desorden izquierdista de la UDP.

En el 2003 comenzaban a subir los precios de las materias primas, se expandían los mercados y el nivel de vida de los bolivianos también daba signos de mejoría. No hay que perder de vista que la gran motivación de los que derrocaron a Sánchez de Lozada fue el destino de los crecientes recursos del gas y el detonador de las protestas fue la posibilidad de exportar gas a través de los puertos chilenos, factor que desató la ira chauvinista.

Fue el momento crucial para despertar los apetitos políticos de los que querían apropiarse del aparato institucional del país, pero principalmente, para adueñarse de la maquinaria económica que ha servido única y exclusivamente para reproducir el poder de quienes pretenden perpetuarse. La historia nos ha demostrado que los demás elementos de la “plataforma revolucionaria”, como la Asamblea constituyente, el indigenismo y la inclusión, fueron simples artículos de utilería de un montaje teatral que se cae a pedazos.

Hoy los venezolanos están luchando por alimentos, por medicamentos, por no ser asesinados en las calles, para que un país que un momento tuvo la misma riqueza que Suecia no termine como Somalia o Haití. Nicolás Maduro no está defendiendo un sistema constitucional, sino un esquema dictatorial que ha llevado al país a los más altos niveles de corrupción, narcotráfico e inflación. La gente no sale a las calles a derrocar a un gobierno, sino para evitar que el chavismo siga destruyendo el Estado, la economía y las más elementales garantías constitucionales. En el 2003, nuestros actuales gobernantes supuestamente lucharon por más democracia, hoy defienden abiertamente una tiranía.

Por las características de la situación venezolana, a los bolivianos nos recuerda lo ocurrido en octubre de 2003, cuando el levantamiento de diversos sectores sociales terminó con el mandato del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.