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martes, 16 de agosto de 2016

justo cuando languidecen los foros, el primero llamado Social Mundial y el segundo de San Paulo, Evo, como efecto de un trasnoche viene a inaugurar "la Escuela antiimperialista" una réplica de la Escuela de las Américas, destinada a ser el parachoque de las ideas socialistas en el Continente. malos presagios pués esta idea alentada en su momento por Castro y por Chávez no tiene ya razón de ser...cuando cese el financiamiento, cesará su funcionamiento y el sitio será destinado a las escuelas militares que son varias en Bolivia y en cierto modo, todavía necesarias.

Hace unos días, entre el martes 9 y el domingo 14 pasados, se ha llevado a cabo en Montreal, Canadá, la XIV versión del Foro Social Mundial, también conocido como Foro de Porto Alegre por haber sido en esa ciudad brasileña la sede de sus primeros encuentros. Poco antes, en la capital de El Salvador se realizó la XXII versión del Foro de Sao Paulo.

Ambos foros tienen algunos elementos en común. El primero, el más importante, es que ambos nacieron al influjo de lo que hace no muchos años parecía el resurgimiento de una ola progresista que se perfilaba como portadora de grandes transformaciones políticas, económicas y sociales no sólo en Latinoamérica sino en el mundo entero. 

El segundo elemento en común es que ambos han llegado al año 2016 prácticamente agotados. Languidecen en medio de suspiros de nostalgia y frustración de sus principales impulsores y ya no hay intelectuales, líderes políticos o dirigentes sociales capaces de devolver el optimismo a quienes hasta hace no mucho coreaban con entusiasmo “otro mundo es posible”.

Desde el punto de vista de quienes impulsaron ambos foros, el panorama actual es de lo más desalentador. Pocos meses han sido suficientes para que del apogeo se pase a una especie de crisis terminal. Y no por una eficaz ofensiva del “imperialismo, la derecha y los medios de comunicación”, como insisten en afirmar los ideólogos más dogmáticos y reacios a la autocrítica, sino por la deslegitimación causada por la corrupción desenfrenada y la incapacidad para administrar con eficiencia los recursos públicos, entre muchas formas de impostura y deshonestidad.

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