El año de 1964 retorné a Cochabamba cumplido mi Año de Provincia en la frontera chaqueña de Yacuiba, ingresé a la docencia en la Facultad de Medicina de la UMSS y me adscribí a la sala de Cirugía Mujeres Nº 1 del hospital “Viedma”, a cargo del Dr. Julio Villarroel Antezana, Rafael Sánchez de Lozada y Demetrio Ferrel. En los quirófanos, la Madre Virginia Arnone y Ponciano el ayudante. Mentadas estudiantes de enfermería que luego se titularon fueron Amalia Blanco de Reyes, Beatriz Hartmann y Celia Rojas, ellas efectuaban la anestesia con mascarilla y cloroformo; la anestesia raquídea por los propios cirujanos con novocaína preparada por la Rda. Teobalda; luego llegó el éter para la anestesia general con inhalador de Ombredanne; no se conocía aún los relajantes ni la premeditación y había carencia de sueros y oxígeno. En 1964 llegó el Dr. Jaime Rollano y en 1968 René del Barco, anestesiólogos, iniciando la cirugía moderna.
El quirófano del pensionado, actual Museo de Historia de la Medicina; y las salas privadas, los actuales ambientes de la Morgue. Ese era el paisaje del hospital Viedma de entonces. Médicos generosos, enfermeras eficientes, estudiantes comprometidos, mas la pobreza era tradicional y laceraba los espíritus.
El 10 de agosto de 1964, a iniciativa del Dr. Gastón Moscoso Zamora, Jefe del Pabellón del Niño y de su esposa doña Aida Blanco d’Arlach, se convocó a las damas cochabambinas a conformar un cuerpo de Voluntarias colaboradoras, para el servicio de Pediatría; luego, para todos los departamentos del hospital.
Escribe la Sra. Teresa Rojo de Alem que un grupo de especialistas médicos y la Sra. Rosa de Rossel iniciaron el entrenamiento de las damas voluntarias en salud, las mismas que invitaron a una experta argentina en voluntariado, la Sra. Felisa Favelukes de Cohan, que llegó a Cochabamba y trabajó dos meses en la capacitación del voluntariado. Las pioneras fueron: Aida Blanco de Moscoso, Eva de Marcus, Nelly Jacobowitz, Teresa Rojo de Alem, Teresa Rodrigo de David y varias benefactoras que, con enorme abnegación, colaborando al personal médico y paramédico, de enfermería y trabajo social, conformaron un equipo de alta eficiencia.
Yo testimonio que las cirugías programadas de la Sala Cirugía Mujeres 1, se posibilitaban gracias al empeño de las Voluntarias que adquirían sueros, analgésicos, antibióticos y material de sutura; de otra forma no se podía efectuar ningún tratamiento quirúrgico en casi todos los pacientes de las salas generales.
En el ambiente de carencia, llamaba la atención la generosidad de los galenos a cuyo ingreso se tocaban las campanas del portón de entrada ocasionando la alegría de profesionales y enfermos; la atmósfera se llenaba de rosado color al ver pasar, diligentes y preocupadas, a las voluntarias que hacían milagros para llenar las necesidades primordiales. Gracias a ellas se lograba también el cambio de colchones, ropa de cama, medicamentos y sobrealimentación gracias a sus campañas para recolectar fondos y a su programa radial “Ayuda al Prójimo”. Organizaron una Farmacia del Voluntariado atendida por la Sra. Inge de Estrada; los beneficiarios fueron miles de enfermos pobres. Ha pasado medio siglo, las Voluntarias crecieron en número, eficiencia y notable actividad; al presente son 30 respetables damas, todas nobles de alma, no persiguen figuración y continúan la obra de las pioneras en el espíritu de Teresa de Calcuta. Sea por siempre reconocida su imperecedera labor. En Argentina recién se fundó un grupo similar en 1974. ”Las damas vestidas de rosa” de la Fundación José María Mainetti.
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