DR.
HILARIÓN CAMARGO LANZA
por Gastón Cornejo
Nació en Sucre
el 13 agosto de 1909-Falleció en Cochabamba el 15 septiembre 1992.
Sus estudios universitarios
los realizó en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier.
Tuvo profesores de excelencia: Julio César Fortún, Walter Villafani, Anastasio
Paravicini, Gerardo Pareja y Nicolás Ortiz Antelo el padre del vate ingenioso
en obstetricia. Como condiscípulos notables recordaba a Hernando Briancon y
Jorge Barrero, galenos famosos en Cochabamba.
Egresado de
Médico Cirujano el año 1940, inició sus actividades profesionales en Zudáñez y Vila
Vila, como médico internista en el ferrocarril del valle cochabambino en
construcción a Santa Cruz.
En Cochabamba
atendió en la sección del “Lazareto”, del hospital Viedma; luego en Psiquiatría, y a la muerte del Dr. Antenor de
la Vía García en el amplio salón hospitalario de Medicina Mujeres 2, donde se
distinguió como un eximio clínico de
diagnóstico preciso. En 1950 fue Médico de Guardia del principal hospital
público donde logró una maestría
quirúrgica personal reconocida, pues al mismo tiempo fue cirujano experto de la
Corporación Boliviana de Fomento y de la
empresa “Maco Pan Pacific”, hasta su Jubilación en 1981.
Tuvo actuación
relevante en la Guerra del Chaco. Evento de violencia internacional a la cual
asistió interrumpiendo sus estudios de medicina. Ingresó a pie desde la Capital
de Sucre como Sanitario de Primera Línea en el Destacamento Moscoso, atendió
heridos en Saavedra y Muñoz. En vida logré de él un emocionado testimonio: “La
víspera de la Navidad en Muñoz, fue sorprendida con la alegría de un falso
anuncio de Tregua; al contrario, arreció el bombardeo; estalló una bomba sobre
el puente “Pahuichi” del General Kundt ya ausente decapitando al estafeta;
otros proyectiles cayeron sobre la Sanidad hiriendo y quemando a muchos
heridos. Compartí la reacción de furia del Director de la Asistencia que
profería iniquidades contra los militares porque no colaboraron con los heridos
que se quemaban. Caían las bombas y vi el desastre con dolorosa impotencia”, así
me relató conteniendo lágrimas.
Tuvo actuación
heroica en Alihuatá cuando cercado su Regimiento por tropas envolventes paraguayas
logró salir y salvar a innumerable tropa mediante la ayuda de un pequeño nativo
mataco, se permitió luego un contraataque que resultó victorioso. Por ello fue
ascendido a Sub Oficial con medalla en el Campo de batalla y así obtuvo el reconocimiento
de Benemérito con medalla al Mérito.
Posteriormente
radicó en Cochabamba donde efectuó vasta obra benéfica en salud; sobre todo, en
favor de la gente humilde, como humilde fue él en todos sus gestos humanos,
humildad y bondad virtudes sólo de los más grandes espíritus. Fue honrado por todos
sus colegas hasta el término de una vida entregada al servicio humanitario.
Honor a su
existencia. Ahora evoco su recuerdo con la mayor honra posible.
Yo intervine en
el equipo quirúrgico que atendió la cirugía última realizada a su hijo, el
poeta Edmundo Camargo. Los cirujano fueron el Dr. Alberto Requena Taborga,
Washington Vargas Favo, Anestesista René
del Barco Arana y el suscrito como segundo ayudante. El diagnóstico
preoperatorio era grave “Abdomen Agudo” por peritonitis generalizada. Cuando se
abrió la pared abdominal, el cuadro era patético, había una rara enfermedad
llamada “Neumatosis” derivada de una úlcera duodenal complicada. Poco había que
hacer, ensombrecido el pronóstico observé el profundo pesar de la familia, de
la esposa y los padres. Cuánto sufrió Hilarión cuando falleció Edmundo a la
semana siguiente, su primogénito poeta, el autor de los versos sublimes condensados
en su obra eterna “Del Tiempo de la Muerte”
“Yo sé que he de
morir un día
en que no
encuentre mi soledad junto a mi sombra,
habrá un olor a
rosas barbadas por el musgo
y un aire lleno
de rostros olvidados”
Falleció el 27
de marzo de 1964, día de Viernes Santo y el valle nuestro estaba cubierto de un
cielo gris y denso. El vaticinio - dice otro poeta amigo Jorge Suárez - se
había cumplido rigurosamente. Su vida se
extinguió prematuramente, las riendas se quebraron cuando él existía pleno de
poemas en la mente y en el alma. Y así cantó en vocablos trascendentes:
“Quiero morar debajo de la tierra/ en un
diálogo eterno con las sales/ raíces mis cabellos/ arcilla mis palabras/ en un
pueblo de muertos/ tabicada mi boca…” y
la Parca, dándole gusto, lo cegó inmisericorde.
Han pasado los
años, ahora ambos descansan en el seno de Dios. El padre curando a los ángeles,
el hijo pergeñando poemas en el cielo.
Cuando pienso en
ellos derramo unas lágrimas quemantes.
Gastón
Cornejo Bascopé
Cochabamba,
noviembre 2013.
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