Hernán Maldonado*
El implacable Che nunca amasó fortuna pese a haber ostentado altos cargos al triunfo de la revolución cubana. Cuando lo mataron el 8 de octubre de 1968 parecía un andrajoso maloliente. Los militares bolivianos, con tan pocas hazañas victoriosas que contar en la Historia, se ufanaron de haber desbaratado la invasión extranjera.
La integridad nacional fue salvada, como tras la Batalla de Ingavi, aquél 18 de noviembre de 1841. La victoria no fue fácil, el enemigo había derrotado al poderoso ejército de Fulgencio Batista en Cuba y tenía larga experiencia en sus incursiones en las guerras civiles en África de los años 60.
Hay desde hace tiempo testimonios que sostienen que el Che fue abandonado a su suerte en Bolivia por Fidel Castro (que renunció al foquismo por exigencia de su aliado soviético como condición para darle apoyo económico). El Che emprendió la campaña en Bolivia aun sin el respaldo del Partido Comunista de Bolivia, aliado a la URSS.
Nadie recordaba a las víctimas del implacable asesino que fue el Che como director de la cárcel de La Cabaña en Cuba cuando mandaba a fusilar de día y de noche tras el triunfo de la revolución en juicios sumarísimos. Los testimonios de familiares de las víctimas que recogí estos años en Miami son aterradores. Era un hombre que no conocía la piedad. Hay no menos de 50 libros testimoniales.
“El odio, como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así…” exhortó el Che en un discurso de 1971 en Montevideo.
Esa “fría máquina de matar” entró en acción el 10 de abril de 1967 en Ñancahuazú cuando fueron emboscados soldaditos bolivianos. Lo demás es Historia. Pero desde hace 11 años el régimen de Evo Morales trata de sepultar esa gesta y Bolivia es el único país del mundo en festejar a su invasor. “El Che vive en la lucha de los pueblos del mundo, sin importar fronteras. Combatió las injusticias del imperialismo.
Venceremos”, escribió Morales en el 89 aniversario de su nacimiento. También anunció gran homenaje cuando se cumplan en octubre los 50 años de su muerte.
El líder cocalero no le dedicó ni un tuit a Filemón Escobar, ese tremendo dirigente minero y revolucionario boliviano muerto hace pocos días, quien, como su mentor político, lo llevó al poder. Los militares siguen calladitos con bonos, y algunas bolsas de harina, azúcar, arroz, Tv planos, y la promesa de que cuando acaben sus carreras les esperan cargos diplomáticos.
Lo paradójico es que si el Che viviera, quizás fusilaría o metería en la cárcel a estos “revolucionarios” que lo alaban, pero que son campeones de la corrupción. Han hecho desaparecer millones de dólares del Fondo Indígena, los taladros de YPFB, el satélite Túpac Katari, las barcazas chinas, las adjudicaciones de obras sin licitación, etc. y que, para no ser juzgados, quieren eternizarse en el poder.
*El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
El Diario – La Paz
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