Nuestro presidente se proclama a diario antiimperialista. El peor insulto para sus oponentes es el de proimperialistas. Vive en guerra contra el imperio y le estremece hasta su recuerdo. Sin embargo, somos el único país del Plan Cóndor que no juzga, que no investiga, que no intenta limpiar lo sucedido. Argentina destrozó la Ley de Obediencia Debida y juzgó con dureza a sus criminales. Murió en la cárcel su general Videla y se sentó en el banquillo a cientos de acusados. En Chile, Pinochet partió antes de su condena, pero estaba en juicio con varios de sus secuaces. Uruguay y Paraguay, con distintos ritmos y tiempos, investigaron a sus dictadores y los juzgaron. En Brasil fue más difícil. Sus militares se habían parapetado fuertes, pero llegó al fin la Comisión de la Verdad.
El único de los seis países del Plan Cóndor que no ha hecho nada, el único que ha protegido a sus militares y dictadores, el que ha escondido a sus torturadores, es Bolivia. El que más antiimperialismo pregona, el que se presenta como el más ferviente revolucionario, es el único que protege aún a los que por orden del imperio mataron y torturaron a los revolucionarios de los seis estados del famoso plan. Bolivia es el único que mantiene secretos y a buen recaudo los documentos militares de la época. Es el único que se ha colocado del lado de los dictadores y los protege hasta el fin. Qué coincidencia.
Podrían comprenderse políticas del olvido y del perdón, si esa fuera la línea de conducta nacional. Pero la línea no es esa ni se le parece. La línea del criollo socialismo del siglo XXI, la línea de los antiimperialistas plurinacionales, es no perdonar jamás. Es la línea del rencor. Su justicia es instrumento para castigar con crueldad a los que no piensan, no dicen, no hacen lo que piensa, dice o hace el presidente. No se perdona a los independientes que han ganado elecciones en cualquier municipio o departamento. No se perdona al que cuenta los hechos que el Gobierno quisiera esconder. No se perdona al crítico ni al que piensa. No se perdona al que se niega a atar de rodillas los cordones de los zapatos del jefe. Solo se perdona a los dictadores que puso el imperio y solo se mima al Ejército que los entronizó.
No hay médicos en los hospitales. Faltan miles de maestros, de jueces, de policías. No hay un peso para apoyar a los inválidos ni para atender los desastres naturales. No se ha cambiado la producción ni se ha creado el nuevo país. Lo que incomprensiblemente sobra son los mimos y los millones para los militares del Plan Cóndor
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