El 7 de diciembre de 2010, Mario Vargas Llosa recibió el premio Nobel de Literatura y comenzó su discurso diciendo: “Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi 70 años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo (…), luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís (…), o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean (…). La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura”.
La Resolución Ministerial 001/16, que norma la gestión educativa y escolar, establece, entre otras cosas, la lectura obligatoria por el lapso de diez minutos al inicio de cada jornada escolar. Esta es una de las pocas novedades que se están incorporando en la gestión educativa de este año y, a pesar de ello, ya ha recibido una serie de críticas por parte de algunos dirigentes del magisterio.
Para Vargas Llosa, el tiempo de la lectura comenzó a los cinco años, para otros más tarde o más temprano, pero es un tiempo que nunca termina. Termina la lectura de una novela o de un libro científico, de un artículo en internet o de una receta de cocina, pero el tiempo de la lectura solo concluirá con nuestra vida. Porque la lectura no es solo la capacidad de descifrar un código alfabético. Es, más bien, la comprensión de significados. Por eso, en 1959, el papa Juan XXIII desafiaba a la Iglesia instándola a “leer” los signos de los tiempos.
Los diez minutos de lectura serán imperdibles si están planificados, si se cuenta con el material suficiente y si son asumidos como responsabilidad de todos. Los maestros deberán proyectar actividades de prelectura, lectura y postlectura, de esta manera los niños aprovecharán mejor. Será importante contar con todo tipo de libros. Deberá ser una política de Estado dotar a todas las aulas una biblioteca seleccionada específicamente para cada grado. ¿Cómo enseñar a tejer sin hilo ni aguja? ¿Cómo enseñar a leer sin libros? El aula tendría que convertirse en una biblioteca, es decir, en un lugar del saber, donde el niño encuentre literatura de ficción, diccionarios, enciclopedias, libros de ciencia, revistas, etc. El tiempo de lectura será imperdible si la responsabilidad de enseñar a leer no recae solo en la profesora de lenguaje, sino en el plantel docente y en las familias. El mejor ejemplo para enseñar a leer es que los docentes y los padres lean, entonces ya no será necesario decir “hay que leer”, sino que simplemente tendremos que hacerlo. El tiempo de lectura será imperdible si invitamos a autores, si hacemos ferias y festivales de lectura y de escritura, si conformamos comunidades de lectores.
La lectura nos otorga mayor libertad, ampliando nuestro espectro de elección; nos protege del engaño, haciéndonos personas más críticas; nos ofrece momentos de disfrute y placer por aprender, por conocer algo nuevo o simplemente por contarnos una historia.
Leamos, pues, y asumamos la responsabilidad de hacer del nuestro un país lector, porque esto es democrático, nos recupera los derechos y nos hace ciudadanos más plenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario