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sábado, 26 de septiembre de 2015

El Dia muy serenamente se pregunta si "las regalías del huano sirvieron para producir un Belzu y un Melgarejo, y hoy queremos un emperador", entonces, de esta manera la historia jamás cambiará y seguirá siendo una de derrotas que nos han dejado un autoestima que se contenta con poca cosa.

Lamentablemente tiene toda la razón el expresidente de Bolivia, Carlos Mesa, cuando dice que la victoria del pasado jueves en La Haya, es la mayor que ha obtenido la diplomacia nacional en su conflicto de más de 136 años con Chile. Es natural que se le infle el ego (eso no es nada difícil) y más todavía, que todos lloren y se emocionen. Esperamos que no tenga razón también el famoso analista español, Miguel Ángel Bastenier al afirmar que nuestro país se alegra por “poca cosa” y peor todavía lo que menciona la presidente Bachelet, que asegura que no hemos ganado nada.
Es lamentable, decíamos, que nuestro país tenga muy pocas victorias, no solo en el campo de las relaciones exteriores. Tenemos una historia llena de derrotas que nos han dejado una autoestima que se consuela con cualquier “experiencia” más o menos gratificante, como cuando los chicos de nuestra selección nacional pierden por un resultado menor a cinco a cero.
Los propios chilenos, los más cuerdos y los que no se dejan llevar por las posturas recalcitrantes, reconocen que lo del jueves fue una soberana derrota, aunque es hidalgo admitir también, que de este lado, aquellos que entienden del tema y que no se contagian del exitismo patriotero, que apenas se trata de una batalla y no de la guerra, que tomará tiempo y mucho esfuerzo llevarla adelante.
Los que creemos en Bolivia, estamos convencidos de que a esta victoria se le puede sacar mucho provecho, más allá del conflicto marítimo en sí mismo. Ojalá no sirva solo para saciar los apetitos monárquicos de los conductores del régimen, que seguramente ya tienen asegurada la continuidad porque ellos mismos se encargarán de engañar a la gente diciéndole que todo está solucionado y que pronto tendremos nuestro añorado mar, cosa que nos puede llevar a la desilusión más tarde y al misma actitud derrotista de siempre.
Ojalá pudiéramos cumplir ese sueño, que para muchos es una excusa, pues se repite con frecuencia que Bolivia es pobre porque no tiene mar. Solo hay que mirar a Suiza para entender que eso no es más que argumento barato  y apenas hay que analizar lo que ha ocurrido para entender que sí es posible cambiar la historia de nuestro país a partir de un hecho tan puntual, pero muy significativo.
Bolivia ganó en La Haya porque puso a la gente adecuada a hacer lo que sabe, sin importar de qué partido o ideología son. Si esa “meritocracia” la utilizáramos para todos los campos, nuestras victorias podrían comenzar a repetirse con mayor frecuencia. Poner la politiquería y el compadrerío por encima de la ciencia es un error que cometemos con demasiada facilidad y por eso es que somos muy poco competitivos, demasiado corruptos y campeones de la ineficiencia.
Bolivia perdió su mar porque su gente, sus líderes y sus élites no tenían horizonte. No sabían adónde iban y eran guiados por los vientos de afuera, los que todavía nos mantienen a barquinazos. En ese entonces no teníamos capacidad de trabajo, vivíamos a expensas de la caca de pajaritos que explotaban los chilenos y hoy nos pasa lo mismo con el gas, que se lo llevan los de afuera y nos dejan unas migajas. En aquel tiempo las regalías del guano sirvieron para producir un Belzu o un Melgarejo y hoy queremos un emperador. Así jamás cambiará nuestra historia.
Bolivia ganó en La Haya porque puso a la gente adecuada a hacer lo que sabe, sin importar de qué partido o ideología son. Si esa 'meritocracia' la utilizáramos para todos los campos, nuestras victorias podrían comenzar a repetirse con mayor frecuencia. Poner la politiquería y el compadrerío por encima de la ciencia es un error que cometemos con demasiada facilidad y por eso es que somos muy poco competitivos, demasiado corruptos y campeones de la ineficiencia.

viernes, 25 de septiembre de 2015

El Deber lo pone en blanco y negro. la comunidad internacional (La ONU y su Tribunal de Justicia) reconoce un asunto pendiente en Chile y Bolivia y que ambas pueden comenzar a resolverlo en forma pacífica. el Gobierno de Chile será convocado al diálogo para de una buena vez encontrar una salida al conflicto 136 años viejo. queda un largo trecho, se ha ganado una batalla para encontrar una solución de convivencia entre ambos pueblos.


De forma contundente, la Corte Internacional de La Haya (CIJ) se ha pronunciado respecto de la demanda de incompetencia presentada por la República de Chile sobre la demanda marítima boliviana. Por 14 votos a 2, el máximo tribunal ha señalado que dicha instancia sí puede y debe pronunciarse sobre el reclamo boliviano para obligar al vecino país a iniciar una negociación de buena fe sobre un posible acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico.

Más allá de la euforia natural que genera esta decisión, está claro que se trata de un triunfo diplomático histórico, pero que constituye apenas una batalla en una extensa contienda judicial que todavía se debe resolver ante dicha instancia de las Naciones Unidas.
Quizás el mayor logro objetivo de la demanda ante la CIJ es que el reclamo boliviano se ha instalado definitivamente ante un organismo internacional de resolución pacífica de las controversias, situación que no se había dado en más de 50 años de negociaciones. 

Esto quiere decir que, más allá de la resolución final del diferendo, la comunidad internacional reconoce que existe un asunto pendiente entre dos naciones y que ambas pueden comenzar a resolverlo ante una instancia judicial de forma pacífica. Con encomiable equilibrio, tanto el presidente Evo Morales como el representante boliviano ante La Haya, el expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé, han remarcado el espíritu pacifista de la demanda boliviana e, incluso, han llamado al diálogo al Gobierno chileno para que, de una buena vez, se pueda encontrar una salida al conflicto bilateral que separa a ambas naciones desde hace 136 años después del inicio de la Guerra del Pacífico en 1879.

Es cierto que, en última instancia, en caso de ganar Bolivia el fondo de la demanda, la CIJ solo instará a las partes a negociar una solución sin expedirse sobre el resultado final que reclama nuestro país que es el acceso soberano al Pacífico. Pero el solo hecho de obligar a Chile a negociar una solución al diferendo marítimo puede resultar definitivamente provechoso para los legítimos intereses bolivianos de contar con una salida plena y efectiva al mar, que es lo que en última instancia aspira el pueblo boliviano.

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, se equivoca cuando dice que Bolivia no ha ganado nada. Para resolver los problemas internacionales no podemos pensar en resultados de suma cero. Algo tendrán que ceder ambas partes si quieren resolver de buena fe sus diferencias. Un largo trecho queda todavía en esta pelea ante la Corte de La Haya. Una primera batalla se ha ganado. No para destruir al adversario, sino para encontrar con él una solución que favorezca a la paz y a la buena convivencia entre ambos.

domingo, 13 de septiembre de 2015


arrancó lágrimas, la memoria de tantos ciudadanos ilustres que a"vuelo de pájaro" menciona la memoria prodigiosa de Gastón Cornejo que reclama del Directorio del Club Social, la reposición del legendario almuerzo criollo, que a las 12.00 en punto del 14 de septiembre solía tener lugar, con la concurrencia del Presidente de la República, las primeras autoridades e invitados de honor.
asistí a uno de esos almuerzos, del brazo de Gastón Cornejo, en ocasión de escuchar al presidente de la Institución Jorge Rojas Tardío, que en un exquisito lenguaje quéchua, saludaba la fecha y a "todos los llajtamasis", el menú del tradicional almuerzo era siempre el mismo, y las bebidas y los brindis y la fraternidad de los "kóchalas" proverbial y progresista. Gracias, compadre!



EL CLUB SOCIAL Y EL 14 DE SEPTIEMBRE


Gente de honor y de hidalguía, cruzados de simpatía y de cochabambinidad fueron sus directores, recordaré a los más conocidos comenzando por Simón López, Benjamín Blanco, Ramón Rivero, Carlos Salamanca, Jorge Galindo, Nicolás Eterovic, José López, Agustín Morales, Cleómedes Blanco Galindo, Aurelio Melean Camacho, Carlos Araníbar Orosco, José Quiroga Gutiérrez, Enrique Tardío Quiroga, Octavio La Faye Sanjinés, Fidel Anze Soria, Julio César Canelas, Carlos d´Avis Saínz, Federico Anze Guzmán, Hugo Morales Asúa, Luis d´Avis Sainz, Alfredo Hopp Castro, Jorge Blanco d´Arlach, Osvaldo Quiroga Rivas, Alberto Requena Taborga, Jorge Gamarra, Rufo Miranda, Roger Ruiz, Arturo Barrientos, Alberto Requena Urioste, Pedro Béccar Díaz, Edgar Prudencio Velasco, Eduardo Lezana L. colaborados por otros distinguidos ciudadanos, forjaron encumbrados horizontes en los espacios culturales, la tradición y el señorío de Cochabamba. Templo de cultura. civismo y respetabilidad.

Con Mario Guzmán Morales, Jorge Blanco d´Arlach y otros nobles de alma, reflexionamos a propósito de los objetivos de la benemérita institución. Ejemplo trascendente de valores humanos y respetabilidad. Tribuna donde los presidentes del Estado daban cuenta de su labor política, y entregaban los regalos debidos a Cochabamba en su Efeméride querida.

En su mejor tiempo, el cortejo de ingreso a los eventos históricos estaba conformado por los personajes más conspicuos, primero ingresaba el ex Presidente Carlos Blanco Galindo y su esposa doña Alicia d´Arlach; lo mejor de las autoridades edilicias: Rivero, La Torre, Montenegro continuados de Walter Galindo Quiroga, Aurelio Meleán Camacho, Cleómedes Blanco Galindo, deslumbrantes cochabambinos siempre acompañados de sus bellísimas esposas. Y el baile concluía con una elegante cueca danzada por la pareja de mayor donaire Mercedes Cornejo y René Bascopé Quiroga.

Previo al acto social e histórico del encuentro de la cochabambinidad, los socios del Club Social, quienes amamos a nuestra “Llajta” y respetamos la tradición y la pródiga gestión de nuestros padres, autores indiscutibles del progreso de Cochabamba, en un reiterado gesto anual, asistíamos en la mañana del 14 de Septiembre a la Misa de Acción de Gracias oficiada por Monseñor Walter Rosales quien lanzaba las mejores admoniciones a los mandatarios presentes; luego, el homenaje a los Héroes en la Columna de Honor de la Plaza de Armas donde depositábamos una ofrenda floral a los Ascuí, Ferrufino, Gandarillas, Moyano, Antezana, Arze, Rivero. El cóndor ensayaba abrir las alas y elevarse en vuelo.

A medio día, el tradicional “Almuerzo de Caballeros” con la asistencia del Presidente de Bolivia de turno y sus ministros principales. En la portada, Héctor Soria, Pepe Canedo, nos saludaban efusivamente. Instalados los socios, el Club Social nos recibía con un riquísimo plato de Jabaspejtu, coloridos yungueños, “jakhalahua”, y un delicioso picante mixto, y todo aquello, rociado con la amarilla, la dulce chicha de huillcaparu o la colorada de canela y “Taquiña” fresca en repetidos vasos al infinito. Pródigos abrazos entre socios, familiares e invitados, caballeros de renombre nacional orgullosos de su ancestro, del apellido impoluto en honestidad y en prosapia.

El Presidente de la benemérita institución abría el acto saludando al gobernante, a las autoridades civiles, militares, religiosas y a todos los socios respetable y elegantemente congregados. Un reconocido historiador rememoraba los Fastos del 14 de Septiembre: Revivían Esteban Arze, Francisco del Rivero, Mariano Antezana, el cura Oquendo, Viedma, Gonzales de Prada, Tadeo Haenke, la Virgen Heroína y todas los seres eternos de nuestra historia sagrada de criollos, mestizos e indígenas vallunos. Don Augusto Guzmán, don Humberto Guzmán, emocionados, enardecían el ambiente. Teófilo Vargas y Benjamín Blanco daban cumbre espiritual con el Himno viril cantado de pie y a capella con el mayor fervor patriota. Tomaba la palabra don Fidel, Pepe G. Quiroga, Ocampo Moscoso y en los últimos años resonaba fuerte la voz de Tito Hoz de Vila; recitaban Javier del Granado, Mario Guzmán Morales y Alberto Guzmán “Tomate” en quichua, y Man Césped era evocado por el heroico Mario Padilla. Y a continuación respetuosa “Tribuna Libre”.

Remataba el acto sublime las palabras del Presidente de Bolivia que humilde saludaba la presencia cívica de Cochabamba, informaba los logros de la gestión realizada y regalaba la esperanza de mejores días para la Villa de Oropesa. Cuando era menester pedía disculpas y cosechaba aplausos y la adhesión política y humana de Cochabamba entera.

Muchas veces viví esta extraordinaria experiencia feliz con mis entrañables hijos varones, o abrazando a mis hermanos Juan Abujder, José Cassab, Rafo Mendoza, Jaime Aparicio, Manolo Porro, Guido Torrez, “Chahualo” Canedo, seres fraternales que enriquecieron mi existencia.

Finalizado el Almuerzo de Caballeros, el Directorio convocaba al desfile departamental con la bandera del Club portada orgullosamente. Alguna vez desfilé entre los dos Caballeros más queridos, don Donato Cornejo Soliz, el terrateniente rey de la papa y el Dr. Alberto Cornejo Solíz, el ex combatiente, abogado de alma sublime.  Mi interioridad plena rebasaba de orgullo.

Ese el resabio de nobleza. Ahora, apenas una cena bailable sin proyección cultural ni trascendencia cívica, suprimida la tradición centenaria del Almuerzo de Caballeros por el gélido Directorio a quien sugiero enmendar esta falencia imperdonable.

Me aqueja la nostalgia ante la disolución fatal de una institución tan querida. Quiero morir guardando esta cálida imagen de evocación sellada en impronta de fuego en mi corazón.


Gastón Cornejo Bascopé

14 de septiembre 2015

sábado, 5 de septiembre de 2015

Manfredo Kemppf recuerda hace mediosiglo, cómo era la Cancillería, ser empleado regular, en medio de privaciones y bajos sueldos. tan solo la capacidad y la pericia de los funcionarios lograba remontar las dificultades y ofrecer un servicio digno a la Nación. ver la historia es imprescindible para conocer el pesado y preparar el porvenir

En uno de los libros de mi madre, recientemente fallecida, me he encontrado con una antigualla, un memorándum dirigido a mí, fechado el 18 de mayo de 1966, en el que se me notificaba de mi incorporación al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, como Oficial Primero, lo que correspondería actualmente al rango de Tercer Secretario. El memorándum, que tomé con las puntas de los dedos para que no se desintegre, está firmado por el entonces Subsecretario don Wálter Montenegro, periodista de vasta cultura, bonhomía, y humor excepcional.



¿Por qué me ha impresionado tanto encontrarme con este papiro en estado de descomposición? Porque, simplemente, me hace recuerdo que pronto se cumplirá medio siglo de mi ingreso en el Servicio Exterior de la República, y porque medio siglo es mucho tiempo y yo no soy tan viejo como se podría suponer. Si bien estoy retirado de la diplomacia desde el 2002, y años antes ya había asumido sólo cargos políticos en el Ministerio, la memoria, esa inquieta y a veces ingrata compañera, me induce a contar algo de aquellos tiempos idos.

Ingresé a la Cancillería el mismo día que mi amigo, ya fallecido, Carlos Trigo Gandarillas, de larga y productiva carrera. Y por aquellos días rindió examen de admisión también René Behoteguy Elío, fallecido prematuramente, bohemio, divertido e idealista. Esos fueron los compañeros que se incorporaron por entonces a la diplomacia, cuando el Canciller era el coronel Joaquín Zenteno Anaya, militar disciplinado e inteligente, que lo recuerdo como a una bellísima persona.

Corrían los meses previos a la elección del general Barrientos como Presidente y gobernaba el país, de forma provisional, otro general: Alfredo Ovando Candia, decisivo a la hora de derrocar gobiernos democráticos. Bolivia era un país muy pobre, paupérrimo, hasta que se descubrieron los yacimientos de gas en los años 90 y empezaron a producir sorprendentes divisas a comienzos de siglo. La Cancillería, que contaba con no más de una cincuentena de funcionarios de carrera y otros 50 entre secretarias y administrativos, cobijaba a todos en el viejo caserón de la plaza Murillo. En los bajos funcionaba, una desordenada biblioteca y el archivo. En el primer piso el despacho del ministro, el Ceremonial, y los salones señoriales donde decían que en las noches se oía un piano y voces de fiesta. En el entrepiso estaban las oficinas de organismos internacionales y de prensa, y en el segundo el despacho del subsecretario, la Subsecretaría de Culto, y las oficinas de Política Exterior, Económico, Administrativo y ya no recuerdo mucho más. El mismo ascensor “belle époque” de hoy subía y bajaba lento y tintineante y en uno de sus arreglos aplastó a un operario.

El frío mataba en la vieja casa. Las estufitas a resistencia, además de quemar las medias de las ateridas secretarias o los pantalones de los entusiastas diplomáticos (a veces únicos), no servían de mucho. La hora del té se reducía a eso: té (con un pan relleno de miga). Había que luchar para obtener papel oficio para redactar la correspondencia y el papel del otro, ese que es tan necesario, desaparecía de los baños en cuanto se lo reponía. De jabones, ni hablar. Existían tres automóviles Dodge como los que se ven hoy en La Habana: el del ministro, del subsecretario y del Ceremonial. Por lo tanto la utilización de taxis era fundamental. Para eso había que pedir dinero al jefe de Administrativo o pagar del propio bolsillo, que era más expedito y menos humillante. Como los radio-taxis no estaban ni en proyecto, no quedaba sino “esquinear “y más de una vez me tocó llegar empapado, con el trajecito encogido, a alguna reunión fuera de la oficina.

Como después de medio siglo los secretos de Estado se levantan y yo no voy a cometer ninguna infidencia, no puedo menos que recordar la brevedad de los sueldos y el atraso con que se cobraban. En La Paz había que franquear dos obstáculos: la cola en el banco que era de tumulto constante en día de pago, pero no tan grave como zafarse de los prestamistas al 10% mensual que esperaban a los pálidos “diplómatas” en las dos puertas del Ministerio. Saltar de una de las ventanas era suicida. Pero cobrar sueldos en el exterior ya eran palabras mayores. Los haberes llegaban en cheque, por vía aérea, con un atraso de tres meses por lo menos. El mes de enero podía cobrarse en marzo o abril. Y en Roma o Londres no había prestamistas. Un secretario no podía pedir dinero prestado a un colega, por pudor. ¿Cómo explicar que su Cancillería fuera tan mala madre? Quien llegaba a un destino debía tener alguna reserva o de lo contrario hambrear hasta que le tocara la hora del bingo. ¡Y rogar porque los cheques no se fueran a Washington en vez de Buenos Aires!

50 años después las cosas han cambiado por lo menos en el aspecto económico. Luego de medio siglo todo se ha transformado hacia la modernidad y los padecimientos ya no son de esa índole sino de otra. Ya no están los brillantes diplomáticos de antes, letrados, pulcros y discretos, que no tuvieron la suerte de obtener “un forcito cojitranco donde refocilarse”, como decía el embajador Lira Girón, quejándose de su suerte.