Lamentablemente tiene toda la razón el expresidente de Bolivia, Carlos Mesa, cuando dice que la victoria del pasado jueves en La Haya, es la mayor que ha obtenido la diplomacia nacional en su conflicto de más de 136 años con Chile. Es natural que se le infle el ego (eso no es nada difícil) y más todavía, que todos lloren y se emocionen. Esperamos que no tenga razón también el famoso analista español, Miguel Ángel Bastenier al afirmar que nuestro país se alegra por “poca cosa” y peor todavía lo que menciona la presidente Bachelet, que asegura que no hemos ganado nada.
Es lamentable, decíamos, que nuestro país tenga muy pocas victorias, no solo en el campo de las relaciones exteriores. Tenemos una historia llena de derrotas que nos han dejado una autoestima que se consuela con cualquier “experiencia” más o menos gratificante, como cuando los chicos de nuestra selección nacional pierden por un resultado menor a cinco a cero.
Los propios chilenos, los más cuerdos y los que no se dejan llevar por las posturas recalcitrantes, reconocen que lo del jueves fue una soberana derrota, aunque es hidalgo admitir también, que de este lado, aquellos que entienden del tema y que no se contagian del exitismo patriotero, que apenas se trata de una batalla y no de la guerra, que tomará tiempo y mucho esfuerzo llevarla adelante.
Los que creemos en Bolivia, estamos convencidos de que a esta victoria se le puede sacar mucho provecho, más allá del conflicto marítimo en sí mismo. Ojalá no sirva solo para saciar los apetitos monárquicos de los conductores del régimen, que seguramente ya tienen asegurada la continuidad porque ellos mismos se encargarán de engañar a la gente diciéndole que todo está solucionado y que pronto tendremos nuestro añorado mar, cosa que nos puede llevar a la desilusión más tarde y al misma actitud derrotista de siempre.
Ojalá pudiéramos cumplir ese sueño, que para muchos es una excusa, pues se repite con frecuencia que Bolivia es pobre porque no tiene mar. Solo hay que mirar a Suiza para entender que eso no es más que argumento barato y apenas hay que analizar lo que ha ocurrido para entender que sí es posible cambiar la historia de nuestro país a partir de un hecho tan puntual, pero muy significativo.
Bolivia ganó en La Haya porque puso a la gente adecuada a hacer lo que sabe, sin importar de qué partido o ideología son. Si esa “meritocracia” la utilizáramos para todos los campos, nuestras victorias podrían comenzar a repetirse con mayor frecuencia. Poner la politiquería y el compadrerío por encima de la ciencia es un error que cometemos con demasiada facilidad y por eso es que somos muy poco competitivos, demasiado corruptos y campeones de la ineficiencia.
Bolivia perdió su mar porque su gente, sus líderes y sus élites no tenían horizonte. No sabían adónde iban y eran guiados por los vientos de afuera, los que todavía nos mantienen a barquinazos. En ese entonces no teníamos capacidad de trabajo, vivíamos a expensas de la caca de pajaritos que explotaban los chilenos y hoy nos pasa lo mismo con el gas, que se lo llevan los de afuera y nos dejan unas migajas. En aquel tiempo las regalías del guano sirvieron para producir un Belzu o un Melgarejo y hoy queremos un emperador. Así jamás cambiará nuestra historia.
Bolivia ganó en La Haya porque puso a la gente adecuada a hacer lo que sabe, sin importar de qué partido o ideología son. Si esa 'meritocracia' la utilizáramos para todos los campos, nuestras victorias podrían comenzar a repetirse con mayor frecuencia. Poner la politiquería y el compadrerío por encima de la ciencia es un error que cometemos con demasiada facilidad y por eso es que somos muy poco competitivos, demasiado corruptos y campeones de la ineficiencia.