Coletazos de la Guerra Fría
La historia reciente dista del final armonioso que predijo Francis Fukuyama cuando hace 25 años escribió su controvertido ensayo: la evolución sociopolítica acabaría con el fin del conflicto este-oeste y el derrumbe de la tesis marxista-leninista que proclamaba la inevitabilidad del triunfo socialista. El fin de la historia y el último hombre predecía la expansión de la democracia como la practican los países donde rige un capitalismo moderno. Los acontecimientos lo desmintieron.
Casi al mismo tiempo estallaba la guerra en Irak y Yugoslavia se desmembraba en seis, reaparecían los conflictos étnicos e insurgía el terrorismo más cruel de la historia reciente. Nunca la escala del terror fue tan alta.
Por la misma época, surgía el Foro de Sao Paulo, convocado por partidos comunistas y alas radicales de América Latina que, al desaparecer del firmamento político el país símbolo de la hoz y el martillo, quedaron sin matriz de referencia. Cuba, la rebelde del continente, quedó menos solitaria. Apoyados en el descontento con las desigualdades económicas congénitas y las políticas pro libre mercado, empezaron a surgir regímenes populistas. Hasta los reveses en Honduras y Paraguay (2009 y 2012), estuvieron cerca de cubrir de rojo-rosado a toda la región, apuntalados por el auge fantástico de los precios de las materias primas. La bonanza se acabó y en el continente emergieron fuerzas de signo distinto.
Ahora el péndulo sigue una dirección adversa a los regímenes del socialismo del siglo XXI. Todos, con mayor o menor intensidad, perciben que el final se acerca. La resistencia de Nicolás Maduro en Venezuela se explica en el pánico entre las fuerzas de izquierda en el mundo por su derrumbe y por el temor a una justicia que luce inescapable. Venezuela recibió riquezas faraónicas cuyo destino Maduro deberá explicar. Aún más: al frente lo aguardarían multitudes de juicios por violaciones a los derechos humanos, estos días patentes con la represión militar y policial.
Después de dos meses con miles de manifestantes en las calles, 60 muertos, 1.500 heridos y cientos de prisioneros, Fukuyama podría comprobar que por lo menos aquella historia socialista llegó a su fin.
Pero el régimen y los que en él se ‘enchufaron’ no lo creen y no dan tregua a la represión. No todos han cerrado los ojos. En las últimas semanas se han distanciado de posiciones de Nicolás Maduro dos magistrados de la Corte Suprema, la fiscal general y algunos de sus exministros. Periodista, exministro y dirigente sindical, Vladimir Villegas ha sido el más reciente en cuadrarse con la Constitución que Maduro quiere cambiar.
Casi al mismo tiempo estallaba la guerra en Irak y Yugoslavia se desmembraba en seis, reaparecían los conflictos étnicos e insurgía el terrorismo más cruel de la historia reciente. Nunca la escala del terror fue tan alta.
Por la misma época, surgía el Foro de Sao Paulo, convocado por partidos comunistas y alas radicales de América Latina que, al desaparecer del firmamento político el país símbolo de la hoz y el martillo, quedaron sin matriz de referencia. Cuba, la rebelde del continente, quedó menos solitaria. Apoyados en el descontento con las desigualdades económicas congénitas y las políticas pro libre mercado, empezaron a surgir regímenes populistas. Hasta los reveses en Honduras y Paraguay (2009 y 2012), estuvieron cerca de cubrir de rojo-rosado a toda la región, apuntalados por el auge fantástico de los precios de las materias primas. La bonanza se acabó y en el continente emergieron fuerzas de signo distinto.
Ahora el péndulo sigue una dirección adversa a los regímenes del socialismo del siglo XXI. Todos, con mayor o menor intensidad, perciben que el final se acerca. La resistencia de Nicolás Maduro en Venezuela se explica en el pánico entre las fuerzas de izquierda en el mundo por su derrumbe y por el temor a una justicia que luce inescapable. Venezuela recibió riquezas faraónicas cuyo destino Maduro deberá explicar. Aún más: al frente lo aguardarían multitudes de juicios por violaciones a los derechos humanos, estos días patentes con la represión militar y policial.
Después de dos meses con miles de manifestantes en las calles, 60 muertos, 1.500 heridos y cientos de prisioneros, Fukuyama podría comprobar que por lo menos aquella historia socialista llegó a su fin.
Pero el régimen y los que en él se ‘enchufaron’ no lo creen y no dan tregua a la represión. No todos han cerrado los ojos. En las últimas semanas se han distanciado de posiciones de Nicolás Maduro dos magistrados de la Corte Suprema, la fiscal general y algunos de sus exministros. Periodista, exministro y dirigente sindical, Vladimir Villegas ha sido el más reciente en cuadrarse con la Constitución que Maduro quiere cambiar.
© 2017 ELDEBER.com.bo, TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS, consula nuestras Políticas de Privacidad y Términos de uso
No hay comentarios:
Publicar un comentario