En la Guerra del Chaco, la contraofensiva boliviana en su cuarta fase fue de reacción, se inició el 12 de enero de 1935 y concluyó con el Alto al Fuego el 12 de junio del mismo año.
El general Peñaranda con un Manifiesto significativo desmovilizó a los combatientes que luego de tres años de lucha retornaron a su hogares, maltrechos y frustrados, muchos heridos con proyectiles en el cuerpo, todos con heridas profundas en el alma; la contienda también sembró en ellos un acendrado patriotismo. A pesar de todos males, defendieron con éxito el petróleo boliviano y sobre todo, la dignidad nacional.
Transcribo un párrafo del excombatiente Nivardo Paz: “La Guerra del Chaco, duró tres años; fueron tres años de exterminio y muerte en ese desierto infernal donde dejaron hondas cicatrices entre los contendientes. La candente pampa fue regada con sangre y sembrada con cien mil cadáveres. La Paz del Chaco decretó el sepelio de la inútil hoguera bélica. Sólo queda el recuerdo de experiencias cruentas vividas en el escenario dantesco desde los abismos del dolor; quedan los sobrevivientes espectadores que lo dieron todo en la hora de la prueba suprema y pelearon hasta los límites de la heroicidad y el sacrificio, a pesar de la ineptitud y la traición de los mandos militares. Guerra de sed, de hambre y enfermedades, perecieron más que por las balas. Los actores desfilan famélicos en cada aniversario guardando en sus almas un sentimiento de frustración y repudio para quienes condujeron esa aventura desastrosa y firmaron una paz impuesta en el momento en que existía la seguridad del triunfo, en la batalla final. Pasada la guerra, los comandantes asaltaron el poder y ninguno se acordó de los héroes de tropa que llevan una existencia crepuscular miserable. Son los únicos que merecen el reconocimiento en el aniversario de la paz del Chaco, junto a la oficialidad joven, con la que lucharon codo a codo en las trincheras del espanto. Los otros entorchados de alto rango, llegaron a la presidencia en vez de pagar sus culpas en el patíbulo”.
El pago de la patria defendida fue vergonzoso. En muchos de sus escritos Nivardo Paz, reclamó por el olvido, la indiferencia y el mal trato de parte de los gobiernos de turno a los Beneméritos. Siempre empobrecidos pidiendo limosna para subsistir. Los militares golpistas posteriores a la guerra: Toro, Busch, Quintanilla, Villarroel, no les aceptaron ni siquiera audiencia, salvo el Gral. Juan José Torrez que les asignó una pensión vitalicia apenas significativa. Su hijo diputado, logró para ellos un pequeño incremento de 50 bolivianos aprobado por la cámara de diputados y rechazada por la de Senadores. Otra excepción fue la Ley Gueiler que les concedía un bono de las gasolineras, anulado por el DS 21060. Jaime Paz Zamora en gesto de popularidad y burla, concedió 8 hectáreas a cada excombatiente, ya ancianos de más de 70 años, de terrenos ubicados en Monte Puncu, Carrasco, con condiciones burocráticas para acceder al monte.
Actualmente, los cocaleros exigen la delimitación del parque, el saneamiento de tierras y la renuncia del director del Parque Nacional Carrasco; naturalmente, para sembrar más plantas, de cuya hoja se extrae la cocaína que asesina a los adictos. Ya casi no existen Beneméritos del Chaco para criticar estos los últimos pedidos.