Cuando la TV muestra imágenes de autoridades nacionales cantando y tarareando las coplas para el Presidente sobre las prendas íntimas de las mujeres o cuando revive la paliza policial a los discapacitados (y a los del Tipnis) procuro imaginar la descripción que habría hecho Alfonso Prudencio Claure, universalmente conocido como Paulovich. Cuando colgó temporalmente La Noticia de Perfil, el vacío fue sentido por sus lectores. Y su retorno era aguardado con expectativa, pues Paulo hace ver a su audiencia, dolida por las palizas que regularmente recibe el país, el perfil risueño de la vida diaria.
Ahora que Paulo descuelga su retiro, hay que subrayar su coraje ante un desafío que nunca lo intimidó: el género periodístico más difícil en un medio en el que la sonrisa sincera no es muy común. Conozco sólo a dos de su estatura: Sofocleto, en Perú, y Macaco Simão, en Brasil.
Estoy seguro que desde su retiro pasajero ha sentido, sonriente, la vergüenza por esas “picardías criollas” (definición de una ministra). No se espera que un gobernante se exprese así, menos aún que apruebe expresiones vulgares lesivas al buen gusto y las celebre a carcajadas. Uno se pregunta: ¿Qué dirán las hijas de esas autoridades? ¿Cómo describiría Paulo esas coplas? ¿Con la angustia de los industriales ante una posible caída vertiginosa del consumo de esas prendas que, como las presentan las coplas, son prescindibles y muy fáciles de quitar? Ahora lo sabremos.
Estoy seguro que desde su retiro pasajero ha sentido, sonriente, la vergüenza por esas “picardías criollas” (definición de una ministra). No se espera que un gobernante se exprese así, menos aún que apruebe expresiones vulgares lesivas al buen gusto y las celebre a carcajadas. Uno se pregunta: ¿Qué dirán las hijas de esas autoridades? ¿Cómo describiría Paulo esas coplas? ¿Con la angustia de los industriales ante una posible caída vertiginosa del consumo de esas prendas que, como las presentan las coplas, son prescindibles y muy fáciles de quitar? Ahora lo sabremos.
El drama de los discapacitados que se costuran los labios y se martirizan habría nutrido historias con las que Paulo (su seudónimo original, en la “Presencia” de sus épocas de semanario) habría tocado el alma de sus lectores. Este drama desgarrador (literalmente) transcurre ante los ojos indolentes de las autoridades. La violencia contra ellos ha encontrado sólo una explicación que ni quienes la dicen la creen: los discapacitados representan intereses políticos y la “oposición” es la responsable. Recuerdo una anécdota de cuando Paulo fue diputado del Partido Social Cristiano y un ministro era interpelado a raíz de una supuesta confabulación contra el gobierno. Casi todos los partidos estaban acusados de la “conjura”, en la que la mayoría del país no creía. Paulo pidió la palabra y dijo: “Quiero protestar porque el Sr. Ministro no incluyó a mi partido en esa conjura”. Paulo diría que cualquier semejanza entre ayer y hoy es puramente casual, pero pocos creen que los discapacitados actúen como punta de lanza para derribar al Gobierno.
Ironías aparte, la tragedia ha tenido tal repercusión que incluso el Vicepresidente del Ecuador ha escrito al presidente Morales pidiéndole que atienda a ese sector, el más débil de toda sociedad, y le ha ofrecido la experiencia de su país. (El propio Vicepresidente ecuatoriano es discapacitado). Algunas autoridades han respondido sin rubor que Bolivia no reprimió a los minusválidos ni necesita de ayuda. Dijeron que los discapacitados “tienen intención política” para desprestigiar al Presidente (¿los copleros y copleras también?) y que el dirigente Jaime Estívariz, diputado nacional y representante de los discapacitados, es “cómplice” del ex dirigente cívico y némesis del Gobierno, Branko Marinkovic, y del exprefecto Manfred Reyes Villa.
Las leyes, nos comentó una vez Huáscar Cajías, deberían ser redactadas por opositores, para asegurarse un trato civilizado cuando las tablas del juego cambien de lugar, algo frecuente en nuestra historia. De vuelta en estos días de lluvia y cielos oscuros Alfonso, Paulo, Paulovich, puede ayudarnos a ver un horizonte nacional más risueño.